Pablo Tusset - "En El Nombre Del Cerdo" (Destino/Booket/Columna)

Pablo Tusset tenía ante sí un difícil reto cuando se dispuso a escribir ésta su segunda novela, mantener al menos el tipo después del éxito obtenido con su primera obra publicada, la celebrada por el público Lo mejor que le puede pasar a un cruasán. Era aquella una novela amable pese a su tono ligeramente irreverente, con trasfondo detectivesco, y en la que el humor tenía un gran peso. Con tantos condimentos era lógico pues preguntarse cuál de esas vías, sino todas, sería la que el autor retomaría en su sucesora o si daría en su nueva obra un giro radical.

Pero ni una cosa ni la otra se dan del todo en En el nombre del cerdo. En el libro, que se inicia engañosamente -pues la trama no es policíaca- con el hallazgo de un cadáver descuartizado en el matadero de una inaccesible y pequeña localidad catalana, se suceden dos acciones en paralelo. La primera la protagoniza un curioso comisario a punto de jubilarse -el primero que atiende el crimen, aunque no se le encargará la investigación-, que precisamente ante el fin de su carrera profesional se está replanteando su vida. La segunda se inicia en Nueva York, donde un joven inspector, amigo del comisario, intenta también dar un nuevo rumbo a su existencia.

Nos encontramos pues ante una historia con un planteamiento complejo y que, como veremos a medida que avance la narración, se va tornando más ambicioso, pues sus protagonistas, especialmente el del inspector en Estados Unidos, van incorporando hilos argumentales a la trama, que Tusset tratará además de resolver. Además, pese a lo que superficialmente pueda parecer (por la presencia de un crimen, policías y demás), la preocupación del autor se centra esta vez en los personajes y no en la acción, y es en su personalidad (en uno de los casos enfermiza), en sus actos y decisiones, donde se desarrollará el nudo de la novela.

Todo ello, al tiempo, es narrado con aparente sencillez -hay algunos diálogos en los que Tusset demuestra una maestría para nada sencilla-, conseguida muchas veces, como ya hizo en su anterior obra, mediante el uso frecuente de referencias de la cultura popular más contemporánea e incluso cañí. Sin embargo, este rasgo formal, que dotaba de frescura a aquél homenaje autóctono a La conjura de los necios que fue Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, aquí resulta un tanto forzado e incluso superfluo, cuando nada aporta al desarrollo de una acción carente de ritmo (precisamente el ritmo era una de las virtudes de la anterior novela de Tusset), en la que al lector no le resulta en ocasiones adelantarse a los hechos.

Lamentablemente, el autor no consigue llevar a buen puerto el planteamiento expuesto (en el que incluso llega a aparecer una especie de álter ego del propio escritor), dos historias paralelas aunque muy contrastadas, en las que parece querer establecer dos retratos antagónicos aunque complementarios de la condición humana. Y finalmente la novela y sus subtramas, que se tocan en un momento sin llegar a converger definitivamente, se resuelven de un modo un tanto forzado que, efectivamente, cierra la obra, pero que deja el retrato aparentemente ambicionado a lo largo de ella en un mero esbozo. Una pena.

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