Cormac McCarthy - “La Carretera” (Mondadori)
lunes, 28 de julio de 2008 by Juan E. Tur
Ni recién comprada la cubierta del libro es completamente negra. Se trata de un gris muy oscuro, como el del asfalto, y con ligeras imperfecciones. Y sobre ese fondo que lo cubre todo, solo un puñado de palabras, las que forman el nombre del autor -Cormac McCarthy-, en un gris más claro; y las que titulan la obra, La carretera, en rojo. No es una portada a priori muy atractiva pero una vez que uno se zambulle en la lectura de la novela, se da cuenta de que son los únicos colores que quedan en el mundo que el autor describe en esta apocalíptica obra. Porque la historia de La Carretera se sitúa en un futuro no muy lejano, devastado por una catástrofe de dimensión planetaria, que parece no haber dejado sobre la faz de la tierra más vida que la de un reducido número de humanos, entre los que se encuentran un padre y su hijo, que no paran de viajar en pos de su supervivencia.
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Este argumento, que en principio podría asemejar la trama a la de otras populares novelas, tiene en cambio un punto que la diferencia del resto y es la ausencia total de vida, no de grupos humanos, sino de la vida vegetal y animal imprescindible para la supervivencia humana. Así, mientras obras populares como Soy Leyenda (Richard Matheson) o Apocalipsis (Stephen King), plantean la vida post catástrofe con un halo de esperanza, ésta prácticamente no se da en la árida obra de McCarthy, donde sólo existe como la única mentira que en cierto modo se premiten entre sí padre e hijo. Todo, desde la yerma narración, a la descripción sucesiva de acciones similares, e incluso la ausencia de cualquier tipo de explicación de lo sucedido, son mecanismos de los que se sirve McCarthy para hacer al lector participar, con total intensidad, del drama que viven los personajes; al tiempo que para propiciar una serie de reflexiones alrededor múltiples temas como pueden ser las consecuencias de la ambición humana, la fe, o el grado de degradación de las relaciones sociales alcanzado en la sociedad actual. Raro sería el que no encontrara un motivo para la reflexión en una obra intensa y dura, pero de lectura francamente recomendada, situada en un mundo en el que solo quedan dos colores, el gris del paisaje y el rojo, cada vez más escaso, de la sangre.
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