Paco Roca - "Las calles de arena" (Astiberri)

Relativamente apagados los ecos de la aparición de su multilaureado Arrugas (que le valió entre otro el Premio Nacional de Cómic 2008), Paco Roca regresaba la pasada primavera con un nuevo álbum bajo el brazo, que significaba a su vez su vuelta a la ficción más pura, tras el baño de realismo de su anterior entrega. Y es que en Las Calles de Arena, a excepción de los guiños iniciales al entorno del propio autor, Roca nos zambulle directamente en un mundo fantástico a través de la peripecia de un joven, estresado por las exigencias que trata de marcarnos la sociedad actual, que de pronto, tras perderse por unas estrechas calles de su ciudad, desemboca en un extraño habitat paralelo en el que no parece pasar el tiempo y del que ninguno de sus extraños habitantes parece poder escapar.

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Lo más interesante del relato -para el que Juan Manuel Díaz De Guareño encuentra numerosas referencias literarias en un prólogo apabullante- es que el lector se puede enfrentar a él (y disfrutar) buscando sólo una aventura fantástica; pero si lo desea, también puede degustarlo más plenamente deteniéndose a observar su estructura interior, elaborada al detalle por un autor que parece invitarnos a comparar, como su personaje protagonista, el mundo en que vivimos con el aparentemente caótico mundo que nos platea en la obra. Todo ello viene, como es propio del cómic, apoyado en unas dibujos excelentes que suponen, a mi parecer, el mejor trabajo gráfico del autor hasta la fecha. Así pues, Paco Roca supera con Las calles de arena el reto de regresar a la "normalidad" tras la extraordinaria repercusión de Arrugas, haciéndolo además con una obra que, si bien
por su temática no trascenderá del mismo modo que su predecesora, seguramente sea a la larga más apreciada -por su riqueza de matices y su más profundo poso- por sus lectores.

J.M. Guelbenzu - "Un asesinato piadoso" (Alfaguara)

"Un nuevo caso de la Juez Mariana de Marco" reza la pegatina que Un asesinato piadoso lleva adherida a su portada. "Y yo sin saber quién es la tal Mariana" pensé extrañado al verla y leer en la solapa interior que el personaje tenía tres antecedentes. Además, la sensación de extrañeza ante mi desconocimiento de la serie (uno está especialmente atento a cualquier comentario que se haga de novela negra) se enfatizaba por ser obra de un autor editorialmente privilegiado como es José María Guelbenzu, del que anteriormente tampoco había leído ninguna obra, pero que goza de prestigio como veterano editor, escritor y crítico literario. Debía salir de mi ignorancia , de modo que, en cuanto tuve una oportunidad me lancé a la aventura de conocer al personaje y su autor a través de su última entrega.

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En ella nos encontramos a la juez, recién trasladada a un nuevo destino, una capital "de provincias" (odio esa terminología, pero es la mejor que para describir un entorno que el autor señala como lo suficientemente grande para ser ciudad, y al tiempo lo suficientemente pequeña para que todos se conozcan) que Guelbenzu se empeña en no desvelar y llama "G." cada vez que la cita en el relato. Es en ese marco en el que De Marco asume la instrucción de su primer homicidio, cuya autoría confiesa -apuntando en la dirección que indicaban las pistas- el acaudalado suegro de la víctima. Sin embargo, algo intriga a la juez del caso, cuyas piezas no parecen encajar a la perfección, por lo que se negará a cerrar rápidamente la instrucción.

Ese podríamos decir que es el punto de partida de Un asesinato piadoso, aunque para ser sólo el inicio -y sin haberles desvelado apenas nada de la trama- hay que señalar que al autor le cuesta superarlo para adentrarse en el nudo de la intriga. Todo sucede muy lentamente en esta historia en la que Guelbenzu parece embelesado por su personaje, a cuyas reflexiones y vida interior y exterior dedica buena parte del relato. Pero lo que no sería problema de servir como herramienta para transmitir interesantes emociones y reflexiones, es puro relleno carente de interés en este caso, pues la jueza, descrita como una mujer madura y atractiva por el autor, se debate por un lado entre la frivolidad del qué me pongo, la ansiedad de no saber si los demás la ven como una mujer liberada o una fresca, y al tiempo (en lo que me parece el aspecto más débil de toda la obra), en un mar de valoraciones morales sobre los comportamientos del resto de personajes de la obra. Sobrevuela sobre todo el libro un tufo de moralina como hacía tiempo que no encontraba en una novela. Y es que Guelbenzu no sólo sugiere temas complejos, como es propio de este tipo de novelas, sino que a través del pensamiento y la palabra de su protagonista, sentencia los esquemáticos y maniqueos comportamientos y pensamientos del resto de actores. Esta moralina, unida a lo lento del relato (interrumpido por las descripciones de "G." que chirría en la mente del lector cada vez que es citada así) y su frágil trama, hacen de Un asesinato piadoso una lectura prescindible, que quizás interese a completistas o estudiosos del género negro español que quieran saber todo lo que se ha hecho en él. Pero poco más.

Sergio Ramírez - "El cielo llora por mí" (Alfaguara)

Si tuviera que resumir por qué me gusta tanto la novela negra diría que se debe a que, de toparte con una buena, tiene un valor añadido. Seguramente pase también con otros géneros. Sin ir más lejos ahí está la exitosa novela histórica que goza de numerosos entusiastas por contar historias interesantes al tiempo que traslada al lector a épocas pretéritas. Sin embargo, el valor añadido de la novela negra es que su acción sirve muchas veces de coartada para que sus autores traten tratar y denuncien asuntos de actualidad (o no tan actuales) con la libertad que da el relato de ficción, frente a la rigurosidad del ensayo. No quiere esto decir que haya que tomar las novelas de ficción como realidad, pero uno puede acercarse a algunos autores como se acerca a algunos periodistas y diarios, con cautela en principio para ver de qué pie cojean, y con atención al detalle si uno percibe que son de confianza. Les cuento esto para que entiendan los motivos por los que, pese a no haber leído ninguna de sus obras con anterioridad, me acerqué con sumo interés a la que se anunciaba como una inclusión en el género negro del prestigioso político, escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez; porque de exprimir con pericia las claves del género, su novela El cielo llora por mí podría ser un billete único para viajar a la Managua actual y conocer, a través de los ojos del autor, parte de su situación sociopolítica.

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Y es que en una Managua reciente ubica Ramírez la acción de su novela, protagoniazada por dos policías nincaragüenses con un pasado en común como guerrilleros del Frente Sandinista, que se implican en una compleja investigación en la que, la supuesta desaparición de una mujer, les llevará a una trama con conexiones en los puntos más altos del poder. Esto, que a priori podría devenir en cualquier cosa, es desarrollado por Ramírez, desde mi punto de vista, con cierta torpeza. Para empezar, en el aspecto lúdico de la novela, el autor tarda mucho en plantear el punto de partida, pues hasta bien entrada la novela el lector no sabe si hay algo que investigar o si el delito que intuye el protagonista principal ha existido o no. A partir de entonces Ramírez tampoco consigue generar apenas tensión a través de la trama, en la que se mezclan sospechas e indicios que el lector no puede seguir y, por tanto, tampoco tratar de resolver. No obstante, esta carencia lúdica podría suplirse con la parte descriptiva o social. Sin embargo el autor, enfrascado en exponer la compleja trama (y en dotarla de un toque cómico al tiempo que homenaje literario, que no acaba de cuajar), no valora o no centra su mirada apenas en este aspecto, y sólo en algunos pasajes podemos saborear los olores y colores de la capital nicaragüense. Una pena, porque no cabe duda de que el autor y el contexto eran propicios para ofrecer una obra sobre Nicaragua, a caballo entre el divertimento y el retrato/denuncia social, que aún tendremos que esperar.

John Carlin - "El factor humano" (Seix Barral/La Campana)

¿Pudo un campeonato de rugby cambiar el destino de Sudáfrica? Por lo visto sí, pero no fue el rugby el que logró la proeza, sino Nelson Mandela, que utilizó este deporte de masas en su país (orgullo en particular de la minoría blanca) como instrumento con el que consolidar y unir la nación surgida tras el fin del apartheid. Ése fue sólo uno de los aciertos de la trayectoria política del líder político surafricano, pero podría resumir en buena medida la actitud, astucia y determinación de un hombre que consiguió lo que parecía imposible en uno de los hitos más reivindicables de la reciente historia de la humanidad. Así lo supo ver el periodista británico ahora afincado en España John Carlin, corresponsal en Sudafrica entre 1989 y 1995, que tomó este suceso como eje narrativo y punto culminante de su relato de la transición sudafricana entre los últimos años del apartheid y los primeros de una cierta normalidad en el país africano, y que se publicó recienteme en nuestro país con el título El Factor Humano (Seix Barral/La Campana).

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Y el resultado es sencillamente magnífico. Con una estructura en flashback, Carlin nos traslada, tras situarnos inicialmente en la mañana de la final de la Copa del Mundo -en el que diversos personajes cuya naturaleza aún desconocemos viven esos instantes con diferentes grados de nerviosismo-, a un pasado en el que nos presenta la figura de Mandela, primero en libertad, y luego decidiendo continuar sus titánica lucha en prisión. Así, la primera mitad de la obra se centra en observar la evolución de esta figura histórica y cómo consiguió hacer temblar los cimientos de un terrible régimen a través de su astucia; al tiempo que en el exterior, otros compañeros de lucha lograban grandes golpes que ahogaban cada vez más el régimen, entre los que destacó la expulsión de la selección sudafricana de rugby, orgullo de la minoría blanca opresora, de las competiciones internacionales.

A partir de esos antecedentes, que se siguen con gran interés tanto por lo trascendental de la historia como por la habilidad del autor para exponerlos (que hace de lo que no es otra cosa que un enorme reportaje, una adictiva novela), Carlin narra el proceso de la transición sudafricana tal como la orquestó Mandela, sin omitir los principales detalles (como la denuncia a la típica e hipócrita equidistancia europea al entregar el Nobel de la paz ex aequo a Mandela y al racista De Klerk), pero prestando especial atención al empleo de la selección sudafricana de rugby para unificar a las masas. Si a todo ello se le suma un tono por lo general épico, al lector -al menos ese fue mi caso- le resulta difícil no contagiarse del entusiasmo que el autor destila en su narración y a través de los testimonios de sus protagonistas, lo que, unido al carácter "real" de lo relatado, hace de la obra una de las que son difíciles de olvidar. Absolutamente recomendable.

PD: Por si alguien ha llegado aquí tras leer la obra, les dejo con un vídeo sobre la final que hallé en YouTube, y que recoge el tratamiento informativo que del partido dio la televisión nacional neozelandesa.


Bernhard Schlink - "El lector" (Anagrama)

Coincidiendo con el estreno en cines de la adaptación protagonizada por Kate Winslet, de casualidad encontré entre mis libros éste, que hacía años me había regalado un buen amigo. Y menuda sorpresa más grata me llevé. En apenas doscientas páginas Schlink relata una historia potente y logra una de esas novelas pequeñas pero matonas, llena de matices y con una profundización en los personajes que causa impresión. Más que leerla, la engullí y cuando la acabé me quedé destrozada. Y cometí el error de ir a ver enseguida la película, algo que nunca más volveré a hacer porque mi visión estaba totalmente condicionada por la impresión que me había causado el original y quizá fui injusta con una adaptación que es digna, aunque para mí se queda en algo bastante pobre si se compara; es difícil trasladar a la pantalla las hondas reflexiones del protagonista sin hacer uso de la voz en off. Aún así ver a Kate dar uno de sus recitales interpretativos siempre es una gozada.

De El lector se pueden decir muchas cosas. Su punto de arranque es una intensa relación amorosa entre un adolescente y una mujer mayor, que marcará de por vida al primero y que se desarrolla en alguna ciudad indeterminada de la Alemania de posguerra. Los sucesos se van recordando desde el presente, el narrador hace un ejercicio de memoria a modo de tanteo, yendo y viniendo, reconstruyendo y sobre todo reflexionando con una profundidad sin concesiones; con un solo párrafo consigue abarcar tanto: “(…) en lo que sucedió en aquellos días reconozco hoy el mismo esquema por medio del cual el pensamiento y la acción se han conjugado o han divergido durante toda mi vida. Pienso, llego a una conclusión, la conclusión cristaliza en una decisión, y entonces me doy cuenta de que la acción es algo aparte, algo que puede seguir a la decisión, pero no necesariamente. A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme a hacer y he dejado de hacer otras que había decidido firmemente.

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Uno de los temas esenciales de la novela es la culpa en todas sus formas, la culpa que angustia a alguien a título personal, sus disquisiciones morales entre lo que debe o no hacer, pero también la culpa de toda una generación de alemanes, la posterior a la Segunda Guerra Mundial, avergonzada y rabiosa por lo que habían hecho (o no) sus padres. La indagación que realiza Schlink (con juicio de fondo incluido) no es nada facilona, es precisamente su punto de vista fresco sobre el asunto lo que le da envergadura: “Hoy en día hay tantos libros y películas sobre el tema, que el mundo de los campos de exterminio forma ya parte del imaginario colectivo que complementa el mundo real. Nuestra fantasía está acostumbrada a internarse en él, y desde la serie de televisión ‘Holocausto’ y películas como ‘La decisión de Sophie’ y especialmente ‘La lista de Schindler’, no sólo se mueve en su interior, no se limita a percibir, sino que ha empezado a añadir y decorar por su cuenta.

Algo que me ha gustado especialmente de El lector es la relación erótica que sirve de punto de partida al relato. Cómo describe el nacimiento de la pasión entre la pareja, los primeros encuentros, el aprendizaje sexual del joven, y la descripción de esa mujer y de su cuerpo, objeto de deseo nada convencional y que el autor nos muestra con delicada autenticidad. …Hanna, menuda mujer, tan dura e inflexible, fuerte y frágil a la vez, consigue revolverte, te incomoda la fascinación y la comprensión, o compasión, que eres capaz de sentir hacia ella. Y entiendes la altura de ese amor que deja al protagonista marcado de por vida, bloqueado emocionalmente, siempre esquivo: “¿Será eso lo que me entristece? ¿El celo y la fe que me colmaban en aquella época, mi empeño en arrancarle a la vida una promesa que de ningún modo podía cumplir? A veces veo en las caras de los niños y los adolescentes el mismo celo y la misma fe, y los veo con la misma tristeza con que recuerdo los míos. Esa tristeza, ¿no será la tristeza pura? ¿Es eso lo que nos sobreviene cuando, al mirar atrás, los recuerdos hermosos se nos vuelven quebradizos, al ver que aquella felicidad no se alimentaba sólo de la situación del momento, sino de una promesa que no se cumplió?

(…) me daba pena su vida retrasada y fracasada, y pensé con tristeza en los retrasos y fracasos de la vida en general. Pensé que cuando se ha dejado pasar el momento justo, cuando alguien se ha negado demasiado tiempo a algo, o se lo han negado, ese algo por fuerza llega demasiado tarde, por más que uno lo acometa con todas sus fuerzas y lo reciba con gozo. ¿O quizá no existe ‘demasiado tarde’, solo ‘tarde’, y ‘tarde’ es mejor que ‘nunca’? No lo sé.” Me gusta especialmente ese “no lo sé” final, porque encierra toda la complejidad del ser humano, su constante contradicción, su incertidumbre, su naturaleza esencialmente indefensa. La novela no aporta respuestas a las cuestiones que plantea, y se agradece, porque su valor para mí reside en las certeras preguntas que nos hace, en el espacio que nos reserva a nosotros, los lectores.

Michael Connelly - "Llamada perdida" (Zeta bolsillo)

En 2002 se editaba en EEUU la primera edición de Chasing The Dime, rebautizada para su edición española de 2005 como Llamada perdida, una novela en la que el prolífico Michael Connelly abandonaba momentáneamente sus personajes habituales para elaborar una nueva trama criminal, ambientada también en la ciudad de Los Angeles. En ella, un científico y empresario de alto nivel que acaba de cambiar de vivienda tras romper con su pareja, comienza a recibir en su nuevo teléfono llamadas destinadas a una prostituta. El científico, marcado por un trauma de su pasado, pronto descubrirá que la antigua propietaria del número desapareció semanas atrás, y se embarcará en su búsqueda, lo que no le ocasionará más que problemas.

Con ese punto de partida Connelly vuelve a realizar un correcto y ejercicio de narración, con una trama lo suficientemente ágil como para mentaner la atención del lector, y una estructura sencilla que posibilita que el libro se lea en un suspiro. Como en otras ocasiones, la historia es también muy visual, transmitiendo la impresión de estar asistiendo al visionado de un interesante thriller hollywoodiense. Al margen de eso, poco más. No se trata de una obra trascendente, sino de puro -y efectivo- entertainment, lo que de vez en cuando se agradece.

Más de Connelly en Fondo de catálogo:
El eco negro
Cauces de maldad

Javier Puebla - "Tigre Manjatan"

Aunque las mujeres fatales, los antros para aficionados al boxeo o los héroes solitarios que desayunan bourbon son algunos de los iconos inconfundibles del género negro, por norma habitual su aparición en las novelas actuales, y más aún en las ambientadas en la Europa contemporánea, está en franca recesión. Ejemplos hay de lo contrario, como las primeras novelas de Ferran Torrent, aunque quedan ya lejanas y los escenarios han ido desapareciendo paulatinamente de sus obras al tiempo que lo hacían también de las ciudades. No obstante, Javier Puebla se resiste a renunciar a estos emblemas y recurre a ellos con fuerza en su nueva obra, Tigre Manjatan, cuya acción, pese a su portada neoyorquina, transcurre en un Madrid actual en el que se mueve un periodista solitario apodado con el peculiar mote que da título a la novela.

Seguir Leyendo... Puebla, que dio su mayor golpe hasta la fecha al quedar finalista del Nadal en 2004 con Sonríe Delgado, nos presenta en la obra a un 'Tigre' atormentado por el asesinato de una prostituta que recientemente protagonizó uno de sus reportajes. Insatisfecho por la dirección que parece apuntar la investigación policial, el periodista emprenderá su propia búsqueda del asesino.No obstante, no es esta trama el principal argumento de la novela (o al menos no me lo parece a mí), sino el propio protagonista, cuyos pensamientos el autor nos va narrando a medida que avanza la historia. Así seguimos a un personaje que parece fascinar al autor -ya ha ganado un certamen literario con la que será la segunda novela que protagonice y lo ha ubicado en varios relatos breves-, pero que a un servidor, por lo excesivo de su cliché (hombre solitario, cínico, que lanza constantemente frases -supuestamente- incendiarias, bebedor de bourbon, etc.), se le antoja distante y poco creíble. En el recorrido, pese a todo, destaca por encima del resto un fragmento (cuando el periodista, una vez hecho el reportaje, se ve obligado a tratar con la prostituta marginal) en el que Puebla junta unas páginas que destilan crudo realismo. Sin embargo, son pocas en el global de una obra que se lee con facilidad, pero que no trascenderá por poseer una brillante y consistente intriga (la investigación avanza por azar y se resuelve de un modo como podría haberse resuelto de otro), ni por suponer el retrato social de un lugar y una época, como podría haber sido de haber ahondado en la senda de las páginas citadas; aunque seguramente no fuera ese el deseo de su autor.

"Los hombres que no amaban a las mujeres", adaptada al cine

Si quieren que les diga la verdad, no tenía ni idea de que hubiera un proyecto en marcha para llevar la exitosa primera entrega de la serie Millenium de Stieg Larsson a la gran pantalla. Por eso me ha pillado por sorpresa leer hoy en la prensa que la adaptación de Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinnor en su título original) no sólo ya se había filmado, sino que se estrenaba hoy en los cines de Suecia y Dinamarca. De ahí a buscar en internet para ver el trailer sólo han pasado unos segundos. Aquí les dejo uno de ellos, el menos explícito (el otro, siguiendo este enlace). Por si les pica la curiosidad.



Aquí pueden leer lo que Provi Durán escribió sobre la novela en este mismo blog.

Si hay un cómic grande entre los grandes, con todos los que hemos sacado por aquí…para mí es éste. Dentro de poco hará un año que se publicó por fin en España y nos alegró la vida. Hay libros como Fun Home que devoras en dos sentadas y que, sin embargo, te gustaría que duraran para siempre, como en la viñeta de Liniers. Son los que marcan diferencia. Decía que me había alegrado la vida, aunque esta novela gráfica es más tragedia que comedia pero es lo que hay cuando se encara la realidad conscientemente, y es precisamente el drama lo que pone las cosas en perspectiva. Alison Bechdel cambia de registro, de los desenfadados álbumes Unas bollos de cuidado sobre su entorno lésbico, al relato intenso y personal de una novela gráfica de las que hacen época y que fue elegida entre los mejores libros del año 2006 por cabeceras como The New York Times.

Cuando leemos Fun Home no podemos dejar de pensar en la querida familia Fisher de Six feet under, con la que los Bechdel comparten negocio. El entorno que rodea a la autora en su infancia, y que tan bien muestra aquí, le marca y resulta idóneo para tratar sobre la muerte, la vida, el encierro, la represión… ella vive todo eso de cerca, entre la extrañeza y la naturalidad según el caso. El poeta William Wordsworth decía aquello de “el niño es el padre del hombre”, una verdad fundamental que nos explica muy bien y que aquí contemplamos en la evolución de la pequeña Ali: las relaciones de la particular familia, el ambiguo matrimonio que forman sus progenitores, su despertar sexual como lesbiana en la universidad, la muerte del padre, su conflictiva e intensa relación con él (“es verdad que no se suicidó hasta que tuve casi veinte años. Pero su ausencia resonó retroactivamente, reverberando a través de todo el tiempo que le conocí”)….y todo a través de unas viñetas preciosas, llenas de poesía, que conmueven, que maravillan.

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Lo mejor de Fun Home es el hilo del relato, el continuo tanteo en idas y venidas, la verdadera exploración que la autora hace de su propia biografía y de qué manera entrelaza su histo
ria y la de su padre, su alumbramiento en presente y la decadencia y tormento de él en el pasado. Hay una total impudicia por parte de Bechdel al mostrar los secretos de su familia, como una catarsis necesaria con la que expiar el sufrimiento. No en vano les dedica el libro a su madre y hermanos diciendo “lo pasamos muy bien a pesar de todo”. ¿Y dónde queda entonces la parte cómica? Pues como la vida misma, en la desgracia también cabe la risa, y es en los pequeños detalles cotidianos donde encontramos lo entrañable de una familia: en la cara de alucine de los hijos ante el furor esteticista del padre y su inflexibilidad ante la combinación de colores a la hora de vestirla (“Yo era espartana y mi padre era ateniense. Yo era moderna y él victoriano. Una marimacho para su princesa. Yo era utilitarista y él un esteta”), en las ocurrencias infantiles y las situaciones esperpénticas que se daban en una funeraria habitada por tres niños. Y todo ese recorrido, plagado de citas y referencias literarias muy bien traídas, con un lugar preponderante para Marcel Proust pero también con la erótica interpretación que hace la autora con su novia del libro de Roald Dahl James y el melocotón gigante. Vamos, una delicia.

Amélie Nothomb - "Cosmétique de l'ennemi" (Le Livre de Poche)

Para clase de francés me he examinado de este libro y por primera vez, y espero que sirva de precedente, me ha motivado lo suficiente para hablar de él aquí. Le petit Nicolas y compañía no daban mucho juego, la verdad. Anteriormente solo había leído de (la exitosa) Amélie Nothomb Antichrista, una novelita sin mucha trascendencia donde sí puedes captar enseguida la querencia de esta mujer por las relaciones obsesivas. En Cosmétique de l’ennemi, que es anterior, va también por ese camino, centrándose especialmente en el conflicto de dos personajes, por así decirlo. Esta es una de esas ocasiones en las que te piden que no desveles nada de la historia porque la gracia, supuestamente, está en llegar desprevenido a la sorpresa final. Para mí no hay tal sorpresa, casi al principio del libro uno de los personajes empieza a hablarle al otro del ‘enemigo interior’, del jansenismo, de Pascal…Y a partir de ahí todo sigue el camino lógico.

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Hay infinidad de películas y libros que hablan de ello. Dejemos al margen algunos detalles poco verosímiles del desarrollo de la historia, como la chapucera trama criminal o la visión trasnochada yofensiva del amor y las relaciones, con la mujer como mero objeto receptor, con la idea de ‘la maté porque era mía’ y similares, que probablemente la autora introduce a modo de crítica. Lo realmente interesante de esta novela corta es que profundiza de manera muy directa y ágil en la psicología del ser humano, y como quien no quiere la cosa se pone a hablar de la dualidad, del Jekyll y Hyde que todos llevamos dentro, del enfrentamiento entre la parte consciente e inconsciente de una mente enferma, de nuestros demonios interiores… Solo por hablar de todo esto y tener ese gusto especial por los cementerios, la Nothomb me tiene ganada.
Aquí va mi extracto favorito, que habla precisamente de todo esto (siento ponerlo en francés, no tengo la versión traducida): “Je crois en l’ennemi. Les preuves de l’existence de Dieu sont faibles et byzantines, les preuves de son pouvoir sont plus maigres encore. Les preuves de l’existence de l’ennemi intérieur sont énormes et celles de son pouvoir sont écrasantes. Je crois en l’ennemi parce que, tous les jours et toutes les nuits, je le rencontre sur mon chemin. L’ennemi est celui qui, de l’intérieur, détruit ce qui vaut la peine. Il est celui qui vous montre la décrépitude contenue en chaque réalité. Il est celui qui vous met en lumière votre básese et celle de vos amis. Il est celui qui, en un jour parfait, vous trouvera una excellente raison d’être torturé”.

Jeffrey Eugenides - "Middlesex" (Anagrama)

Últimamente la cosa va de decepciones. No puedo ubicar Middlesex (ganadora del Pulitzer en 2003) en el catálogo de ‘grandes decepciones’ pero es un libro que tenía pendiente hacía tiempo y cuya lectura postergaba precisamente en la confianza de que era una apuesta segura. Gente cuya opinión respeto mucho me la había puesto por las nubes, un novelón de esos que tanto nos gustan. Pero finalmente para mí no ha llegado a tanto. Lo he leído con mucho interés pero no me parece la Gran Novela Americana que se dice en la contraportada. Quizá es lo que ocurre cuando tienes tantas expectativas.

Jeffrey Eugenides me había causado sensación con Las vírgenes suicidas, que leí siendo adolescente. En esa época, ya se sabe, estás a flor de piel y te tomas todo a la tremenda, y a mí los componentes drama y suicidio que tiene la historia de las hermanas Lisbon me fascinó. Reconozco, de todos modos, que aún entonces no me convencía el enfoque que el autor daba al asunto, tan contemplativo, tan de adoración masculina y las niñas tan cosificadas. Pero aún con eso la novela conseguía, y consigue, removerme. Aquí, sin embargo, le falta ese plus, esa conexión que hace que un libro te descoloque. Para mí el personaje más interesante, del que quiero saberlo todo, es Calíope-Cal, la voz protagonista, pero se detiene mucho más en el contexto histórico y en la familia. Cuando acabé el libro me sentí desilusionada.

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Claro que se puede argumentar que Middlesex es precisamente eso, una saga familiar, aunque el sujeto protagonista, un intersexual, Calíope, nacida aparentemente niña y educada como tal, que al llegar a la adolescencia se transforma en Cal, capta toda la atención: “(…)la cosa no es tan sencilla. Yo no encajo en ninguna de esas teorías. Ni en la de biología evolutiva ni en la de Luce. Mi conformación psicológica no concuerda con ese esencialismo tan popular en el movimiento intersexual. A diferencia de otros de los llamados pseudohermafroditas varones
de los que se ha escrito en la prensa, yo nunca me sentí fuera de lugar siendo chica. Sigo sin encontrarme enteramente a gusto entre hombres. El deseo me hizo cruzar al otro lado, el deseo y la realidad de mi cuerpo.” No es habitual encontrar novelas con personajes tan fuera de la norma, aunque como dice Calíope en cierto momento: “Me había equivocado con Luce. Yo contaba con que, después de hablar conmigo, decidiría que era normal y me dejaría en paz. Pero empezaba a entender algo de la normalidad. La normalidad no era normal. No podía serlo. Si la normalidad fuese normal, nadie se preocuparía de ella”.

A lo largo de sus más de seiscientas páginas y repartida en cuatro partes, conoces la andadura de los antepasados de Calíope desde Esmirna, en la comunidad griega de Turquía a principios del siglo XX, la travesía en barco que lleva a sus abuelos a Ellis Island, hasta su asentamiento final en Detroit. Eugenides conoce bien de lo que habla y se detiene en ello con un lenguaje exhuberante y lleno de referencias: el contexto histórico previo a la guerra entre Grecia y Turquía en 1922, las tradiciones griegas, el nacimiento del movimiento negro en la sucia Detroit e incluso los primeros coletazos de las reivindicaciones gays y trans. Entre todo este panorama, Detroit es un protagonista más de la novela, y resulta muy atractiva la manera que tiene el autor de retratar la urbe más sucia de Estados Unidos, con cariño e ironía. Allí se fraguó el Black Power y vemos a través de los ojos de la inquieta niña el racismo que lo provocó y la transformación continua que vive la ciudad. Y esto, junto a las pinceladas sobre el vibrante San Francisco de principios de los setenta, donde Cal empieza a tomar conciencia de su realidad, es lo más estimulante del libro.

Todo esto, muy bien pero yo no me quedo satisfecha, me da la sensación de que se ha desaprovechado el potencial narrativo de Cal, saber qué le pasa a partir de los diecisiete, cómo se enfrenta al mundo, y me quedo con ganas de leer más reflexiones como estas: “Pensé en el hecho asombroso de que el mundo contuviera tantas vidas. En aquellas calles, la gente se veía envuelta en mil asuntos, problemas de dinero, problemas amorosos, problemas con los estudios. (…). Nacían niños. Y en algunas casas había personas que envejecían, enfermaban y morían, dejando que otros llorasen su muerte. Eso pasaba de continuo, inadvertidamente, y eso era lo que realmente importaba. Lo que verdaderamente tenía importancia en la vida, lo que le daba peso específico, era la muerte. Vista de ese modo, mi metamorfosis era una acontecimiento de escasa significación.” O: “Chéjov tenía razón. Si hay una escopeta en la pared, tendrá que dispararse. En la vida real, sin embargo, nunca se sabe dónde está el arma”. En fin, con Middlesex me ha ocurrido eso que se expresa muy bien en inglés: ‘mixed feelings’.

Lorenzo Silva: "La novela histórica implica invención"


Aupado a la popularidad gracias a sus novelas policíacas, Lorenzo Silva es actualmente uno de los autores más populares de la literatura española. Y lo es no solo por sus obras de intriga, sino también por la versatilidad demostrada en una trayectoria en la que caben muchos otros registros. El blog del inquisidor (Destino, '08), su nueva novela, es otra prueba de ello. Una obra formalmente novedosa, que refleja la misteriosa relación que establecen dos desconocidos a través de internet a través de un hecho sucedido siglos atrás, y en la que también cabe el misterio.

El blog del inquisidor es un título muy sugerente, que mezcla nuevas tecnologías con un personaje del pasado, pero no es precisamente una novela de viajes en el tiempo, ni una novela histórica.
No al menos en el sentido convencional en que nos referimos ahora a ‘novela histórica’ tratando de reconstruir unos hechos históricos convirtiéndolos en un relato más o menos lineal. Aquí hay una referencia a un episodio histórico que es real, un proceso de la inquisición del siglo XVII que juzgó y condenó a unas monjas de un convento de Madrid y a su confesor por una serie de sucesos raros, aunque el caso fue posteriormente reabierto y las monjas absueltas. Esa historia es el punto de partida, pero en lugar de contarla directamente, lo que hago es mostrar a dos personajes contemporáneos que se interesan por ella, que coinciden en internet porque uno de ellos la escribe en un blog. Dos personajes que a su vez empezarán a tratar de averiguar más el uno del otro.

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Como dice, la obra tiene esa intriga de averiguar la identidad del otro y el elemento histórico, pero también parece un cuento sobre la comunicación en nuestros tiempos.
Sí, la historia del siglo XVII se pone al servicio de la sensibilidad contemporánea, aunque en muchos aspectos es la misma, porque hay cosas que son permanentes. Y al final es cierto que nos acaban interesando más los personajes que investigan, en qué medida encuentran en esa vieja historia de las monjas un eco o una metáfora de sus propias vidas, e incluso su propia redención.

A nivel narrativo, la obra le habrá supuesto un ejercicio de estilo, al emplear los formatos de los blogs y los chats. Qué le vino primero a la hora de escribirla, ¿el fondo o la forma?
La verdad es que soy incapaz de disociar esas dos cosas. Creo que el fondo empieza a construirse con la forma, y la forma la defines a partir de lo que quieres contar. Hay una interrelación muy clara. En este caso lo que pretendía era recoger esa nueva forma de comunicación humana y me pareció que el mejor modo de hacerlo era procesar literariamente esos esquemas que ha creado internet. Esta es una novela epistolar, pero en lugar de utilizar la vieja carta postal que sustentaba la novela del XIX utiliza las herramientas que brinda internet.

Respecto al contenido, llama la atención que haya recuperado un caso real tan extraño. ¿Cómo lo conoció?
Fue hace muchísimos años a través de un libro de Julio Caro Baroja, llamado ‘Las formas complejas de la vida religiosa’, y que habla de las herejías españolas de los siglos XVI y XVII. En ella comentaba el caso de Teresa Valle en un pequeño pie de página, aunque en él ponía lo que me interesaba como novelista: que en la Biblioteca Nacional se conservaba su pliego de descargas, lo que quería decir que podría consultar directamente la voz de la protagonista. La voz de una mujer defendiéndose sola de la inquisición era un material excepcional sobre el que había que hacer algo. Aunque tardé mucho en encontrar la forma de hacerlo sin acudir al formato lineal de la novela histórica que me habría obligado a inventarme muchas cosas que no eran verdad y a decidir sobre cuestiones concretas en un sentido en el que no tengo elementos suficientes para decidir. Yo he leído tanto la acusación del fiscal hablando horrores del convento, como la defensa de la monja. ¿Quién dice la verdad? Yo no lo sé.

Comparte entonces la opinión de su personaje en el libro sobre la novela histórica.
Lo cierto es que yo he disfrutado con la novela histórica, y no soy yo un escritor que desprestigie a quien elige unas opciones distintas a las suyas. Lo único que digo es que no es mi opción, no que valga menos o sea peor. Eso sí, hay que observar que la novela histórica implica invención, y en muchas ocasiones, sus escritores no permiten al lector deslindar concretamente lo que es ficticio de lo que está documentado, que tampoco digo que sea verdad porque el hecho de que algo esté documentado no implica su veracidad.

Al género que más veneración dedica, por el volumen que dedica en su bibliografía, es al negro.
Sí, aunque no ocupe ni la mitad de mi producción, sí es lo que más ha llamado la atención (risas).

¿Está preparando ya alguna obra en esa línea?
Sí, de hecho, desde hace unos años, al margen de mi trabajo en otros campos voy alternando más o menos una novela de género con otra llamémosla libre. Esta era la libre y, efectivamente, he empezado ya con la policíaca, recuperando a mis personajes más conocidos.

Imagino que una novela como El blog del inquisidor le exigirá más que recuperar a su pareja de la Guardia Civil.
Se dan, desde luego, problemas que en las otras novelas tengo resueltos. En aquellas los personajes ya están construidos, tienen su personalidad, su biografía; mientras que aquí los tengo que hacer, es un ejercicio nuevo. Pero también aquellas novelas tienen su dificultad. El hecho de partir con unas premisas a las que te debes sujetar, con las que debes ser coherente, limita mucho. Supone un reto como creador: el de tratar de innovar en algún sentido.

Aunque esta novela no sea de género, no podría dejar de preguntarle por el buen momento que parece pasar ahora la novela negra. ¿Es realmente un momento tan bueno?
En España sin duda, yo diría que el mejor de la historia. De hecho en España apuntó un poco en los ochenta pero luego se hundió en los noventa en una sima de desprecio. Pero ahora es un fenómeno floreciente, con lectores, con multitud de actividades en torno a él. Pero creo que también se debe a que los escritores de género negro en España han aprendido a contar historias que reflejan la realidad muchas veces de un modo que otro tipo de escritores no consiguen.

¿A nivel de crítica se ha logrado también superar el prejuicio?
Yo creo que sí. Se ha superado eso de que novela negra es igual a novela popular, novela popular igual a novela barata, y novela barata igual a novela de menor entidad. Creo que eso ya quedó mucho más atrás. Es un género que forma ya parte del canon occidental y de las grandes creaciones culturales de occidente en el siglo XX.

Se acaba la entrevista y no le he preguntado por su blog, que tiene, por cierto, un poco abandonado.
No (risas). Es que paradójicamente, aunque el blog me parezca una herramienta de comunicación muy interesante, no es para mí. Necesito tanto tiempo para mis novelas, tanto para escribir el resto de cosas que hago, que no encuentro espacio en el día para escribir un blog como es debido. Puede parecer una paradoja, pero yo no soy bloguero.

AUTOR POLIFACÉTICO
Aunque seguramente la mayor parte del público lo conozca por sus novelas, Lorenzo Silva escribe textos también para otros medios. Uno de sus últimos trabajos fue el guión, junto a Antonio Onetti, de 20 N. Los últimos días de Franco la ‘TV movie’ que recientemente estrenó Antena 3. Esta relación con la pequeña pantalla llevó a muchos de sus seguidores a pensar que el autor de Carabanchel también estuvo detrás de la serie Patricia Marcos: desaparecida, protagonizada por una pareja de la Guardia Civil muy similar a la de sus novelas negras, aunque él lo desmiente: «El guionista de la serie me llamó para jurarme que todo eran coincidencias. Qué puedo decir yo. Al menos tuvo el detalle de llamarme (risas)».

REFERENTE 'CRIMINAL'
La popularidad obtenida por sus personajes Bevilacqua y Chamorro a raíz de la obtención del Premio Nadal del 2000 con
El Alquimista Impaciente y la serie de novelas que llevan protagonizando desde 1998 ha posicionado a Lorenzo Silva entre los referentes españoles de novela negra. Un género seguido por miles de lectores y que cuenta con varios encuentros literarios a lo largo y ancho del país, en los que el autor siempre supone una presencia destacada. Sin ir más lejos, hace pocas semanas se estrenó uno nuevo en Getafe, en el que el autor de Carabachel ejerció de comisario. «Fue una experiencia muy gratificante. Haber introducido a Madrid a la geografía del género negro, y haberlo hecho a través de una ciudad de la periferia como es Getafe, asentándolo en un año como éste, ha sido una satisfacción», nos comentó.

Entrevista publicada originalmente en el suplemento de ocio de Superdeporte el 2 de enero de 2009.

Marjane Satrapi -"Bordados" (Norma)

La dibujante iraní afincada en París ya ha aparecido por aquí antes. Precisamente fue después de publicar con gran éxito los álbumes que componen Persépolis cuando sacó a la luz Bordados, un librito de pequeño formato en el que Satrapi vuelve a posar su mirada en la realidad de su país. Sin embargo esta vez se centra exclusivamente en sus mujeres, en las tradiciones que las limitan –tema que ya había tratado con maestría en el anterior-, en sus relaciones sentimentales, su familia, su visión del mundo… No me voy a extender mucho porque volvería a ensalzar lo que en Persépolis y que es lo que me parece más interesante de esta artista, su capacidad de aunar la historia con mayúsculas de su país con el relato de los hechos cotidianos, pequeños y personales. Sí que es cierto que esta vez encuentro su relato aún más universal porque esas vicisitudes y discriminacines las vivimos, o hemos vivido, aquí mismo hasta hace nada. No vayamos a caer en la condescendencia de siempre con la mujer en el Islam.

En Bordados sale sobre todo el segundo aspecto, la vida de puertas adentro de las mujeres iraníes, las intimidades de un grupo de amigas reunidas entorno a un té y unas pastas. Sus conversaciones picantes, sus increíbles anécdotas sobre infidelidades, virginidad y matrimonios concertados… no tienen desperdicio. Además, el tamaño de media cuartilla y el uso libre que hace de la estructura en sus viñetas dan un punto muy atractivo al libro, con un dibujo sencillo pero lleno de fuerza.

Sam Savage - "Firmin" (Seix Barral)

Tengo que decir que ésta ha sido una de ésas veces en que tienes una enorme curiosidad por un libro del que solo has oído decir maravillas y tras leerlo no estás más que decepcionada. Las críticas que había leído y el revuelo levantado con su publicación el año pasado en España (ya ha sobrepasado la séptima edición) me decían que era uno de esos pequeños grandes libritos que tanto me gustan, un homenaje a la lectura, un protagonista tierno y entrañable… Bueno, para mí Firmin, del peculiar escritor estadounidense Sam Savage, tiene sus momentos (“… comprar en Pembroke era como leer: nunca sabe uno con qué va a encontrarse en la página siguiente, y eso constituía una parte importante del placer”) pero nunca me acaba de encandilar Firmin, el ratón casi humano con inmensa curiosidad intelectual y fan de Dostoievski y Proust.

Todo el libro es una pura anécdota. La falta de pretensiones no tiene nada de malo siempre y cuando el lector conecte con el punto de vista del narrador porque ahí reside la única gracia de este tipo de libros. A mí básicamente me ha dado igual lo que le pasara al ratoncillo protagonista, a la vieja librería de Boston donde se inicia el relato o a su amigo Jerry, un escritor maldito de ciencia-ficción con el que vive casi en la indigencia. Los puntos más álgidos de la historia es cuando Firmin da sus opiniones sobre autores consagrados y se refiere al canon literario o cuando se plantea cuestiones metafísicas: “Me preguntaba: ‘¿Será posible que, a pesar de mi dudoso aspecto, yo tenga un Destino?’ Y con eso me refería a la clase de cosa que la gente tiene en los relatos, donde los hechos de la vida, por agitados y revueltos que discurran, al final se resuelven en una especie de pauta. Las vidas, en los relatos, tienen sentido y dirección. Incluso vidas totalmente desprovistas de sentido, como la de Lenny en ‘De ratones y hombres’, llegan a adquirir, por su lugar en el relato, al menos la dignidad y el significado de ser unas Vidas Estúpidas y Desprovistas de Sentido, el consuelo de ser un ejemplo de algo. En la vida real, ni eso consigue uno”. Más allá de eso, poca cosa.

Fernando Iwasaki - "Neguijón" (Alfaguara)

“Nadie había atrapado jamás al inmundo neguijón. Ni Belonio ni Eliano ni Rondelecio en los tiempos antiguos, ni Fragoso ni Juan de Vigo ni Daza Chacón en los tiempos modernos, aunque todos escribieron sobre aquellas alimañas engendradas en los fangos de la boca y en los meollos de las muelas, cuyos mordiscos traspasaban el dolor y cuya podredumbre era el principio de la corrupción de nuestros cuerpos”. Sólo es un ejemplo de lo que podemos encontrarnos en las páginas de Neguijón, de Fernando Iwasaki. Es un compendio de alabanzas a las ponzoñas de la carne, los humores, las tumefacciones, las laceraciones y todo aquello que tiene que ver con que nuestro cuerpo sólo está en tránsito hacia la purificación del más allá. Porque aquí, en la Tierra, sólo somos pasto de gusanos, que a su vez demuestran que el mismo diablo nos tiene en sus redes.

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Neguijón es un repaso por la truculenta mentalidad de los ciudadanos de a pie del Siglo de Oro español, aquél que dio los mejores escritos de la lengua castellana, también fue época de Inquisición y supercherías. Una de ellas es creer que el gusano Neguijón puebla las muelas de los mortales y hay que extraerla sin tener en cuenta ningún posible dolor. Iwasaki es muy gráfico en sus descripciones, tanto que duelen, y las acompaña con eruditas referencias a manuales del momento, como Tratado de las operaciones que deben practicarse en la dentadura y método para conservarla en buen estado (Madrid, 1799).

En una narración paralela (aunque separada en el tiempo) y fragmentada en capítulos, el autor desmenuza las vidas de unos cuantos personajes sumidos en unos episodios espeluznantes. Por una parte, nos los encontramos en medio de un motín en una cárcel sevillana. Adocenados en la enfermería, coinciden un librero erudito al que le falta un ojo, un escritor manco llamado Muñones, un aprendiz de barbero capaz de serrar una pierna para prevenir la gangrena, un capellán que acabará siendo Inquisidor y un templario que es objeto de mofa constante. “¡Me cago en los templarios, escoria de la caballería, hez de la cristiandad, república de mamacallos, barraganas de los moros, bujarrones de los turcos y putos sodomitas!”, escupe por su boca el mismísimo capellán.

Por otra parte, la acción se traslada a Lima, la capital peruana en manos de los castellanos, donde ya un adulto Gonzalo de Utrilla (adolescente en los tiempos del motín de Sevilla) es un barbero obsesionado con extraer el gusano que corroe las muelas. “El tacto metálico de las tenazas sobre las muelas le producían siempre una sensación serpentina y de crucifixión. Sentir junto a la lengua y las encías el roce pringoso de aquel instrumento barnizado de coágulos, humores y pus era tan repugnante como imaginar que su boca se había convertido en el cubil de una serpiente. Y, sin embargo, el violento tirón de la muela ni siquiera le iba a doler como uno solo de los martillazos que sufrió Nuestro Señor cuando lo clavaron en la cruz”.

No conocía a Iwasaki antes de que este curioso libro cayera en mis manos a través de una amiga. Es un autor peculiar, peruano con antepasados japoneses, Iwasaki es historiador, pero inició su andadura literaria con una novela donde desmenuzaba sus fracasos amorosos.

La luz mediterránea, los paisajes valencianos y una serie de acontecimientos en apariencia menores, pero que adquieren otra dimensión mirados a través de los ojos de un joven, son los ingredientes que Manuel Vicent ha conjugado en León de Ojos Verdes. Una última novela del escritor castellonense que nos devuelve al sutil descriptor de un paisaje y una época que ya han pasado, a través de páginas que se despliegan como lienzos, para retratar desde un amanecer junto a las Columbretes, al ambiente de una final de pilota valenciana.

En León de ojos verdes regresa a la novela de tintes biográficos, pero esta vez para contar el que podría ser su nacimiento como escritor.
Bueno, cabe señalar que esto no es una autobiografía o una memoria personal, sino una memoria colectiva de un tiempo y un lugar. Aunque muchas veces lo que se cuenta no haya sucedido en ese mismo instante, para la novela sí se ha concentrado en uno, en un verano de descubrimientos, que en este caso son los del narrador, que vive un cruce de caminos de su vida se produce ese verano.

Seguir Leyendo... Esa mezcla de tiempos, de momentos reales e imaginados, sirve para establecer un juego con el lector.
Sí. Con el paso del tiempo la memoria se convierte en imaginación, y entonces, coger elementos de esa memoria imaginada y sumarles otros reales proporciona a la novela mucha base, generando una sensación de verosimilitud. “Aquello sucedió, luego lo que cuenta esta historia puede ser verdad” pensarán algunos. En la novela, desde luego, los acontecimientos conforman una verdad absoluta, ¿pero sucedieron en aquél momento? Quizás sí, quizás no.

En el libro habla de ese camino iniciático en la literatura de manos de un doctor que le da consejos.
Sí, de un conductor, como siempre pasa. En cualquier viaje de iniciación siempre hay un guía y en este caso es un viejo médico, librepensador, republicano, que abre los ojos y conduce al narrador. Es un esquema bastante clásico. Por otro lado, el hotel es también un espacio muy recurrido, porque por los hoteles pasan muchas vidas. Y en este caso todo se une a través de la mirada de un narrador que recoge escenas de las vidas que pasan por la terraza del hotel.

Es un hotel que, como muchos de los escenarios de sus anteriores novelas ambientadas en tierras valencianas, existe.

Sí, aunque el Benicássim en el que está ahora es irreconocible. El de entonces era un reducto muy burgués, tranquilo; y el hotel, sin ser de lujo, era un referente. Era familiar y servía de residencia a las familias que no podían tener villa y tenían familiares en ellas. Pero al tiempo tenía su encanto por ser un lugar plagado de fantasmas, pues había servido de hospital de sangre durante la Guerra Civil y de refugio para muchas figuras de las que acudieron al Congreso Internacional de Intelectuales celebrado en Valencia en el 37. Y todo ese pasado no se va con una mano de pintura. Queda allí.

Pero habla de un espacio, ese hotel y sus alrededores, de un modo idílico, al igual que en otras ocasiones habló de otros lugares como la Malvarrosa. Consciente o inconscientemente está dejando testimonio de una Comunitat que desaparece.
Usas el término idílico, pero eso es lo que nos parece ahora. En aquellos momentos seguramente no era tan idílico, sino más bien cutre (risas). A pesar de que hablemos de una burguesía bastante acomodada, todo se reducía a una chocolatada, a tomarse un helado, a un paseo en bicicleta o a una excursión al Garbí.

No obstante, con su mirada, llena de luz, parece mágico.
Sí, aunque eso me lo presta el espacio, porque si hablas de esta tierra la presencia de la luz es inevitable. De todos modos juego también con el paisaje sonoro de las canciones. Basta citar una canción conocida para ahorrarse mucha descripción del tiempo. Una canción te puede llevar muy lejos muy rápidamente, además de devolverte las emociones que tengas ligadas a ella.

Al final, con todos elementos plantea enormes lienzos, como el que ofrece de la partida de pilota.
Es que aún recuerdo aquella partida. Entonces el que estaba en el candelero era Juliet y el que empezaba a despuntar era Rovellet, de Pelayo, además del Xato de Museros, que jugaba de mitger, y muchos otros. A Rovellet le vi jugar mucho.

Pero lo sorprendente del relato es la sencillez con que lo cuenta.
Es que este es un libro narrativo, que avanza como cuando uno cuenta una anécdota en la sobremesa.

Conseguir esa sensación no debe ser fácil.
No es difícil tampoco, es un proceso. Cuando uno empieza a escribir es barroco, lo quiere poner todo; pero a medida que una va creciendo en esto y ganando experiencia, va depurando.

Otro de los momentos significativos del libro es el relato de La mujer de la bicicleta roja, que cuenta un pasaje de nuestra historia reciente que los libros de historia no recogen. ¿Por qué sigue esta historia solo en manos de los escritores?
Porque hemos estado cuarenta años sufriendo, en el mejor de los casos, silencio; en el peor, la tergiversación de la historia. La cara oculta de la luna aún no la hemos visto y ahora, tarde y mal, es cuando empezamos a verla. En el año 76 es cuando debería haber habido una amnistía y un acuerdo de paz y perdón que permitiera a todos desenterrar a sus muertos para poder enterrarlos dignamente para que hubiera habido una reconciliación de verdad. Pero nunca se hizo y aún queda por recorrer mucho camino.

¿Y eso es lo que le impulsa a escribir historias como ésta?
No, esta es una historia que yo conocí y que pongo en boca del narrador. Además es una historia metafórica de lo que ha pasado en este país, con la víctima aún teniendo que darse por satisfecha sirviendo para su verdugo por una mínima compensación.

Pese a este fragmento, el tono general del libro, quizás por estar escrito a través de la mirada del joven, es positivo.
Sí. Para mí un escritor es estar de vuelta de todo, conocer el alma humana, no sorprenderse de nada… pero a la vez no perder la virginidad de la mirada y tratar de contarlo todo como si sucediera la primera vez.

Imagino que la promoción no le habrá detenido y que estará ya preparando nuevo material.
Lo cierto es que estoy ya trabajando en una serie de retratos de escritores que me han marcado de toda la historia. Y en adelante quiero seguir escribiendo. Es más, tengo en mente la idea de hacer un libro que conste de diez cuentos que parezcan independientes pero que en el fondo conformen una historia. Quiero que esté todo engarzado porque, en el fondo, leer es como una falla. Me gustaría que uno pudiera leerlos empezando por cualquiera de ellos, independientemente, pero que al final sumando cada uno se configurara un todo.

Le quedan entonces cosas y territorios por explorar.
Sí, pero haciéndolo todo muy fácil. No quiero meterme en complicadas estructuras, sino contar cosas como las contaría en una sobremesa, y que sean interesantes, divertidas, imaginativas, sorprendentes.

Entrevista publicada originalmente en el suplemento de ocio de Superdeporte el 8 de diciembre de 2008.

Roberto Saviano - "Gomorra" (Debate/Debolsillo)

Para cuando lea esto, seguramente un ejemplar de Gomorra haya llegado ya a su casa. Y es que, si le gusta leer, es difícil que un familiar suyo o usted mismo se haya resistido a las pilas de ejemplares que se podían ver de él en las grandes superficies y a la tremenda promoción que de él se ha hecho, a raíz especialmente de que su autor, Roberto Saviano, haya sido amenazado de muerte por uno de los delincuentes que aparecen citados en su libro. No obstante, este ensayo sobre la camorra napolitana lleva ya en el mercado español desde hace un par de veranos y fue entonces cuando recuerdo que llamó mi atención a partir de un fragmento del mismo recogido en un semanario de la prensa nacional. Y también recuerdo que a los pocos meses, una persona de mi confianza, me comentó que el libro desvelaba cosas interesantes, pero que, por unos u otros motivos, no era un gran ensayo. Así quedó aparcado, a la espera de un encuentro casual, hasta que se despertó la fiebre por él y un ejemplar acabó hace unas semanas en mis manos. Y con unas ganas renovadas me dispuse a leerlo.

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Las primeras páginas, con la descripción de la escena de los cadáveres de chinos cayendo de un contenedor de barco en el Puerto de Nápoles, hacía presagiar lo mejor que había podido leer acerca de la obra: que iba a poner ante mis ojos una realidad oculta, dominada por el hampa, y que tenía ramificaciones que llegaban a la vida diaria de toda la sociedad, lejos incluso del sur de Italia. Sin embargo, a las pocas páginas el impacto inicial se difuminaba, a medida que veíamos al joven narrador (cumplirá este año la treintena) moverse como Pedro por su casa por las zonas dominadas por la camorra. ¿Cómo lo hace? ¿A qué se dedica? Uno bien puede deducir que se trata de un joven seducido por este mundo de delincuencia o de un periodista infiltrado, pero tome el punto de vista que tome, será pura deducción, pues el autor en ningún momento se sitúa. A partir de entonces, le vemos pasar del puerto a las fábricas ilegales de ropa de diseño, y ya entonces nos encontramos con el síntoma que marcará toda la obra: Saviano tiene entre manos una historia muy potente que conoce a la perfección -o, al menos, en una gran profundidad- pero no sabe cómo contarla.

Esto queda de manifiesto en la historia del modisto, en la que creo recordar que por primera vez empiezan a aparecer nombres a discreción, sin que el autor encuentre el modo -o simplemente haga un esfuerzo, porque parece que no lo intente- de constituir una imagen de conjunto para el lector. Esto se repite, y más gravemente, en los capítulos titulados El sistema y La Guerra de los Secondigliano, en los que la profusión de nombres de camorristas, asesinatos, killers y capos generan un batiburrillo del que es difícil salir a menos que uno intuyera que el fin último de la lectura es ir realizando al tiempo un árbol genealógico de la camorra. Y el problema es que para cuando uno sale de él, ya se ha plantado en la mitad del libro.

Cabe señalar que es a partir de ahí cuando la cosa mejora, aunque lo hace gradualmente. Y uno puede entrever el papel que en el asunto juega la prensa, los vecinos de la zona, las grandes empresas, los niños o las mujeres. Sin embargo, a uno le sobrevuela constantemente la imagen de lo que había podido constituir semajante material en manos de un gran periodista. Porque Saviano cuenta historias tremendas, como la del párroco, los dos jóvenes obsesionados con las películas norteamericanas, o la testigo que denuncia a un killer (cuya historia estremece más por pensar que el autor contaba cuando la escribió lo que luego le sucedería a él), pero en todas, aunque mejor narradas que las iniciales, se percibe que podrían haber llevado más lejos con una narración más selectiva en los detalles. Pese a ello, el escritor, que va ganando protagonismo en el relato en sus capítulos finales, logra en ellos un cierto increscendo para desembocar en un correcto final en el que une una muy interesante historia -la del tratamiento de residuos- con un desenlace personal.

Conociendo el contexto de la obra, a un servidor le quedó un regusto agridulce tras su lectura, pues a pesar de la profusión de datos, el relato de Saviano no es definitivamente bueno para hacerse una nítida composición de lugar de lo que quiere retratar. Es más, a nivel cultural, su lectura puede resultar incluso contraproducente, pues mucha gente ajena a la lectura de ensayos se va a enfrentar por primera vez a uno con él, y su estructura no es ni sencilla, ni clara, ni esclarecedora. Esto suma un poso más a la amargura de la lectura, aunque el brillo de esperanza lo pone la valentía demostrada por su autor a la hora de escribirlo, pues acertadamente o no, directamente o no, ha arrojado un halo de luz sobre una de las miserias del mundo occidental. Y sólo por eso ya merece nuestro respeto y aplauso.

Hace ya bastante tiempo que cayó en mis manos la vida de Maggie y Hopey. No he leído los originales. Aquellas historias que los hermanos Hernandez publicaron en la revista que ellos mismos crearon y editaron, Love & Rockets, revolucionando el mundo del cómic allá por los 80. No he tenido esa suerte. Más bien me he conformado con los retazos que ha publicado la editorial La Cúpula, Mechanics (1990), Las mujeres perdidas (1992), Locas: La muerte de Speedy (una serie de cuatro cómics de 1997 a 1998), Locas: Maggie y Hopey (serie seis cómics e 1998 a 2000) y la serie de cinco cómics Penny Century (2005). Ya he hecho el repaso y no pretendo diseccionar todas estas historias con personajes descarados y descarnados, que transitan en el límite de la contracultura y la tradicionalidad de su origen hispano. Pero ahora ha llegado una nueva entrega y la tuve para Navidad, La educación de Hopey Glass, de la misma editorial. Eso sí, tengo que echar un vistazo a los tres tomos que esta misma editorial ha sacado recopilando todas las historias (Locas 1, Locas 2 y Locas 3).

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Jaime Hernandez retoma unos años después las vidas de sus personajes favoritos. La loca de Hopey y la dulce pero temperamental Maggie. Ha pasado ya mucho tiempo desde que se inició todo. Conocimos a las protagonistas (sin contar los flash-backs que hacen eco de anécdotas de su infancia) con unos quince años, cuando el punk y la rebeldía las unió en amistad y amor para siempre, pero ahora ya superan los treinta y tienen trabajos y relaciones adultas. Hopey Glass es ayudante de maestra en un colegio de infantil, trata de sacar a flote su relación amorosa con Rosie mientras sigue con sus antiguas costumbres. Maggie Chascarrillo ahora se encarga de un bloque de edificios, donde habita una misteriosa heroína, Alarma. Fantasía y realidad se entremezclan en las historias como siempre. Yuxtaposiciones de líneas argumentales que conforman la vida de estos personajes, que cada vez va cogiendo mayor profundidad psicológica.

Pero La educación de Hopey Glass se centra más, como es obvio por el título, en el personaje de Hopey. Dividido en unas cuantas historias separadas, la primera parte es sin duda la mejor, donde se desmenuza el día a día de una aspirante a maestra que no se ha desligado de su romance intermitente con Maggie, no es capaz de serle fiel a su novia actual y sigue frecuentando bares de mala muerte, callejones oscuros y personajes dudosos. No soy una entendida en este Noveno Arte, por lo que no me aventuraré en terreno desconocido sobre trazos, dibujos, elección del blanco y negro y adecuación de los guiones, pero sí citaré un comentario que el gran Alan Moore hizo sobre la serie: "El dibujo de Jaime combina blanco y negro para dar origen a un universo de tonalidades entre ambos. Del mismo modo, sus guiones hablan de los grandes sentimientos humanos pero también de pequeños eventos cotidianos, y están dotados de una increíble fuerza emocional. En definitiva, nos hallamos frente a uno de los autores de cómic más importantes del siglo XX en su momento álgido, y cada una de sus líneas encuentra un perfecto equilibrio entre lo clásico y lo cool."

Maggie, Hopey, Ray, Grace, Alarma, Angel de Tarzana, Penny Century, Elmer… son unos personajes infinitos, de los que se puede extraer pura vida. Una locura de vitalidad y derroche de energía. Si no conocéis a Maggie y Hopey, ¿a qué esperáis?

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