Art Spiegelman - "Maus" (Mondadori)

Desde hace unos años, cuando se habla de cómic para adultos o de (el controvertido término de) novela gráfica, la cita a Maus parece inevitable. La obra de Art Spiegelman tiene todo para ser así, desde el trasfondo histórico de su relato, que narra parcialmente la historia de un superviviente judío de los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial, al hecho de que se trate del primer y único cómic en obtener el estadounidense premio Pulitzer. De él se ha dicho, por tanto, de todo, y generalmente todo excelente. Sin embargo, para mi sorpresa, los puntos que hacen brillante esta obra para mi opinión no son precisamente los que se suelen destacar en la mayoría de comentarios a los que he tenido acceso, mientras que el que es a mi parecer su punto negro más notable es pasado por alto prácticamente siempre -por no afirmarlo rotundamente- en todos ellos. Así pues, sin redundar en exceso en las bondades ya comentadas sobre Maus en la mayoría de sus críticas, pasaré a comentarles mis discrepacias o variantes sobre el consenso general.

Seguir Leyendo...

Y empezaré señalando el detalle que ensombrece esta obra de Spiegelman, y que no es otro que el que deviene de la usurpación para una historia dramática de la animalización habitual del cómic de humor entre el gato (que suele encarnar al malo cómico) y el ratón (que es a su vez el bueno e inteligente). El problema es que ésta, que es una idea artística
en principio brillante, deja de serlo cuando uno ve que los gatos no encarnan a los nazis y los ratones al resto de la humanidad, sino que sólo son ratones los judíos independientemente de su nacionalidad, mientras que los polacos son cerdos, los franceses ranas o los americanos, perros. Este detalle de que los judíos tengan un nexo de sangre que les constituya en nación propiamente dicha (que mucha gente dará por válida porque es una mentira comúnmente aceptada), es un error de bulto, y bastante notable. Que los judíos sufrieran esa tragedia no da carta de verdad a su fe, como a través de esa animalización sugiere el cómic*.

Superado este importante detalle -que en mi caso casi acaba provocando la interrupción de la lectura de la obra-, uno se adentra en el cómic de Spiegelman y se encuentra con un relato doble; por un lado el del drama vivido por el padre del protagonista en Polonia, Alemania y sus campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial; y por otro con el de la relación entre el protagonista y su padre, al que intenta arrancar esta historia para poder contárnosla. Lo primero es, pese a lo que se ha dicho en bastantes ocasiones, bastante convencional (se ha escrito y filmado tanto sobre el Holocausto que es difícil contar algo nuevo), a excepción de un detalle de trasfondo que se acrecienta en la segunda mitad del volumen: la sensación que desprende el relato del padre, de que son los prisioneros más astutos y con una moral más laxa, los que tuvieron más facilidades para sobrevivir, mientras que los judíos más inocentes y solidarios, los más blandos, fueron los primeros en perder la partida. Es ése detalle el que introduce una novedad importante en lo escrito sobre este drama y el que, unido a la segunda parte del relato, la que nos habla de la especial relación entre el dibujante y su padre, el que hace de este cómic una pieza ciertamente reseñable. Y es que, al margen de dejar por escrito el drama vivido por sus padres, Spegelman ofrece un melancólico retrato de la figura de su padre, a través del cuál recuerda que el hecho de haber sido víctima de una tragedia de semejante magnitud no le convierte, ni a él ni a sus iguales, en personas perfectas e infalibles. Quizás la principal lectura de una obra controvertida pero absolutamente recomendable por su riqueza de matices.

*El autor justificó esa animalización de mil maneras para atajar las escasas críticas que recibió en este sentido cuando se publicó la obra (como podrán comprobra si leen este brillante análisis), aunque a mi parecer son todas bastante peregrinas.


Albert Sánchez Piñol - "La pell freda" (Edicions La Campana)

Ya hace unos años que empecé a oír hablar de esta novela, una de ésas que tiene un argumento original, se publica en una editorial pequeña y que de repente pega el bombazo. Dice la contraportada que nunca un libro escrito en catalán había protagonizado una salida tan fulgurante en el ámbito internacional. El boca a boca es la mejor arma de marketing literario y con ella ocurre una cosa maravillosa: es imprevisible, incontrolable, espontánea; hace que todavía quepa la sorpresa en el calculado mercado editorial. Porque, ¿qué hace que de pronto una historia fascine a tal cantidad de editores de distintos países y a tantos lectores? Un estudio sociológico al respecto me parecería fascinante y, por otro lado, sería muy codiciado por los últimamente tan en boga scouts literarios.

¿Y qué tiene La pell freda para captar tantas miradas? Una historia de tipo fantástico, con uno de esos arranques espectaculares en que no sabes por dónde te va a llevar el autor aunque el paisaje promete: un hombre viaja en un barco hacia una recóndita isla del Atlántico Sur, cercana a la Antártida, con la voluntad de dejar atrás su pasado. “Mai no som infinitament lluny d’aquells qui odiem. Per la mateixa raó, doncs, podríem creure que mai no serem absolutament a prop d’aquells qui estimem. Quan em vaig embarcar ja coneixia aquest principi atroç. Però hi ha veritats que mereixen la nostra atenció, i n’hi ha d’altres amb les quals no ens convenen els diàlegs”.

Seguir Leyendo...

He dicho que es una novela fantástica. Yo no soy una asidua lectora del género aunque me despierta curiosidad sobre todo si se trata de algo tan rematadamente bien escrito y con el inevitable poso de factor humano que toda buena historia tiene que tener para mí. Aquí te sorprendes cuando en los primeros capítulos vas conociendo más detalles, aunque pocos, de la vida anterior a la isla del protagonista. Digamos que es llamativo el background político de Kollege y, por cierto, muy interesante el enfoque cultural del problema. A lo largo de todo el libro, que básicamente devoras, te vas encontrando los tres o cuatro giros narrativos necesarios para mantener bien alto el listón y engancharte en el desquicie del protagonista y de sus pocos compañeros de aventura (Battís Caffó, Aneris, el triangle…) hasta llegar a un final más metafísico que vibrante. Me gusta mucho esa combinación que hace Sánchez Piñol de imaginación y creación de extrañas criaturas con la disección del alma humana, sus debilidades, sus contradicciones, sus luces y sus sombras. No es cualquier cosa.

Robert Juan-Cantavella - "El Dorado" (Mondadori)

Un escritor seguidor del periodismo gonzo -o que trata de llevarlo más allá- recibe el encargo de una de las revistas para las que trabaja de realizar un reportaje sobre las vacaciones en la costa de una familia media de la meseta española, y éste, leyendo en el encargo una segunda misión velada -la de encontrar "El Dorado" en estas tierras- acabará recalando, primero en Marina D'Or y después en el Encuentro Mundial de las Familias que llevó al sumo sacerdote católico Benedicto XVI a Valencia hace unos años. Ése es el argumento básico de El Dorado (Mondadori, '08), y servidor, valenciano y por tanto "víctima" de los dos escenarios de la trama, no necesitaba más para volcarse en su lectura, con el fin primero y principal de ver qué punta sacaba de ella el joven Robert Juan-Cantavella desde tan particular perspectiva.

Seguir Leyendo...

Y el resultado es, cuanto menos, interesante, y al tiempo, poco habitual. Porque si en principio El Dorado se constituye como un diario del protagonista en su proceso de realización del reportaje, pronto pasa a convirtirse en un collage en el que se mezclan realidad y ficción, donde cabe la denuncia más seria y la fantasía más delirante y gamberra; y todo ello acompañado de su guía de montaje, en la que caben desde una entrevista con el protagonista (alter ego del autor en algunas publicaciones) a la explicación de cómo éste habría podido construir la obra (algo que podría ser también falso, pero que encaja demasiado bien con la sensación que transmite el libro como para serlo). Con todos estos elementos Cantavella construye una obra que, pese a todos sus atractivos (especialmente el metaliterario y el del juego realidad ficción), no acaba de tener el cuerpo que sería deseable, aunque se sigue con la curiosidad de saber qué sucederá después, especialmente por parte del público afectado -como un servidor-, que se sorprenderá por ver muchos guiños a sucesos que sucedieron en realidad y en los que se ven implicados los personajes. No obstante, es en la distancia del no conocedor de esa realidad paralela donde debe funcionar toda novela, y quizás no sea mi voz la más indicada para dilucidar si ese engranaje lo hace aquí. Quizás ya lo haga, pero si no es así, espero que el autor no desfallezca y reincida en la propuesta, pues el camino emprendido, insisto, es ciertamente interesante.

Ray Loriga: "Los escritores somos competitivos y bastante mezquinos"


Después de unos años en los que se le ha podido ver más centrado en su carrera cinematográfica, ya fuera como director o como guionista, el madrileño Ray Loriga regresa a la escena literaria con su primera novela en cuatro años. Ya sólo habla de amor (Alfaguara '08) es su título y, aún manteniendo muchos de los rasgos de la obra de su autor, supone un nuevo paso adelante del autor de Héroes o Tokio ya no nos quiere, que abandona los entornos urbanos y sus personajes para centrarse en la batalla interna que vive un hombre acomodado, que acaba de perder el amor.

Tras unos años en los que ha estado muy ocupado en otras facetas, regresa a la literatura con Ya sólo habla de amor, una obra muy íntima. ¿Cómo surge esta novela?
Concretamente surge a partir de una conversación previa sobre literatura, sobre una conferencia que debería haber realizado en Suiza acerca de la derrota como tema central de la literatura centroeuropea del siglo XX y sobre la figura de Robert Walser. A raíz de aquella conferencia empecé darle vueltas a la idea de derrota, a pensar en qué paisaje era ése. Y para la novela elegí la derrota amorosa, para hacer una reflexión sobre el territorio que rodea a lo que habitualmente definimos con una sola palabra, que es la derrota, aunque es un paisaje tan rico y tan complejo como cualquier otro.

Seguir Leyendo...

Y aquella conferencia, idéntica a la que su personaje se plantea no realizar, ¿llegó usted a darla?
Pues no. Me llamó Enrique Vila-Matas, que era el primer encargado de darla, para que le sustituyera, y aunque a los organizadores les encantó la idea, tampoco pude acudir finalmente. A partir de esta peripecia es cómo surgió el personaje de Sebastián.

El tono de la novela es de nuevo melancólico, y su protagonista, como dice, un derrotado, aunque eso es habitual en su obra, plagada de perdedores que afrontan su situación con entereza.
Con heroísmo diría yo (sonríe).

¿Pero cómo es que siempre son así los personajes de sus obras?
No lo sé. Aunque es cierto que mis novelas son muy diferentes entre sí, es cierto que suelen protagonizarlas figuras aisladas enfrentadas a un paisaje móvil. Suelen ser gentes con intereses divergentes a los intereses generales y que construyen su propio mundo; personajes que desde fuera pueden ser vistos como derrotados, pero que en su mundo continúan peleando de una manera épica.

¿Y hay en su mente algún personaje que no entre dentro de este patrón que pelee por salir, o es que no le parecen tan interesantes como estos?
Supongo que son los que más me nacen, que quizá sea lo que menos cambie en mi obra, pese a que cada novela ha cambiado de escenario o las ha habido protagonizadas por varios personajes. Seguramente tengan eso en común. Uno es el escritor que es y al final hay temas a los que siempre vuelve.

Como comenta, los escenarios siempre han cambiado en sus novelas, pero esta vez es la primera que el escenario no es urbano. Imagino que la elección no fue casual.
Sí, la elección de la embajada fue para darle un toque demodé a esta historia de amor a la antigua. La idea de la embajada, los espejos, el baile en el que él no participa, era el escenario propicio para ella.

Ese cambio es, de todos modos, más anecdótico que el narrativo, en el que llama la atención el empleo de la tercera persona para narrar los pensamientos del personaje, hasta el punto de que en ocasiones parece constituir otro.
Sí, es una falsa tercera persona, que está tan cerca de la voz del protagonista que a veces se confunde. Realmente son difíciles de separar. La idea de emplearla me surgió de una manera muy rápida y natural. Necesitaba un paso atrás para observar a este tipo y poderme reír de él o tenerle compasión; el mirarlo desde fuera me permitía poderle pegar mejor luego.

No obstante, con las similitudes que planteaba al principio entre su vida y el personaje, podría ser tomada también como un modo de distanciarse de lo que cuenta.
Sí, hay detalles como la conferencia, que el personaje sea un escritor, que guardan similitud conmigo; pero sin embargo hay muchas cosas de la dinámica de Sebastián que le son propios. Es más, salvo estos detalles, nada de lo demás ha sucedido nunca. Lo que es innegable es que las reflexiones y muchas de las emociones que habita este personaje sí las he conocido. Es un personaje muy cercano a mí, pero tanto como los del resto de mis novelas y aquellos con quienes se encuentran. El yo, como todo escritor sabe, no es más que un artefacto literario.

El libro, pese a no ser muy extenso, me ha parecido especialmente denso en su primera mitad, recargado de reflexiones alrededor de una misma situación.
Sí, como escritor creo que he ido evolucionando hacia otro lugar, no sé si mejor o peor. Antes quizás funcionaba más por flashes, por imágenes rápidas, buscando impactos breves; y ahora trato más desarrollar un tema. Es más circular, la prosa es más enredada y las frases se relacionan unas con otras hasta el punto de que se juntan seis o siete páginas hasta que la idea se posa. Quizás por eso tampoco le di una longitud más exagerada, precisamente porque era muy denso en cuanto a contenido.

¿Le ha influido eso a la hora de escribirlo?
Puede que sí haya escrito más despacio que en otras ocasiones, ya que me ha tocado muchas veces volver a repasar los matices de cada pensamiento, de cada idea, hasta que todo encajaba de un modo matemático dando el resultado que yo esperaba.

Finalmente, el resultado ha visto la luz esta semana. ¿Siente algo especial cuando llega el momento del estreno?
La verdad es que no. Con los años eso se pasa. Eso sí, la que no desaparece es la sensación de pánico a la hora de cerrar el libro, cuando va a imprenta y ya no se puede corregir más. Ahí sí que tengo una sensación de vértigo muy íntima. Cuando llega a la calle ya no sufro.

¿No piensa en cómo lo recibirán sus lectores?
No, no me hago muchas ideas preconcebidas sobre reacciones del público, ya sean mis lectores más habituales o los que me descubran con mi última obra.

Decía que en el personaje de Sebastián sólo había algún detalle suyo. Me pregunto si podría haberlo en ese punto de humor, de los pocos que ha repartido esta vez por la obra…
Sí, esta vez están muy elegidos.

…en el que dice que el protagonista lee las críticas de sus colegas escritores…
Esperando que sean malas (risas). Sí, hay algo de eso. Me río un poco del personaje de escritor porque, bueno, aunque tengo algunos amigos escritores y les deseo buenas críticas, todos los escritores tenemos ese punto mezquino de alegrarnos a medias del éxito de los demás. Somos bastante competitivos y bastante mezquinos. Y por eso me río de ello, para sacármelo fuera.

Estará entonces al corriente de lo que sucede en la escena nacional.
Tengo tres o cuatro amigos escritores con los que suelo cenar y a veces coincidimos con más, sobre todo en foros literarios, por lo que al final nos conocemos casi todos. Sí, estoy un poco al tanto de lo que va saliendo.

Entonces habrá leído que desde hace meses se habla de una nueva hornada de escritores jóvenes, al igual que se habló de una cuando irrumpieron usted, Mañas, etc. ¿Le libra esto de ser tratado ya como un escritor generacional?
Yo me siento muy bien tratado tanto por las editoriales como por la crítica en general, aunque siempre haya algún libro que guste más o menos; pero tanto aquí como en el extranjero me siento en una posición envidiable que no hubiera soñado cuando empecé. En cuanto a los nuevos, sí, es un alivio que salga gente nueva. El otro día precisamente leí un artículo sobre esta generación y lo único que me chocó es que tenían todos mi edad más o menos (risas). Pero sí, he leído algunas de sus obras y una parte me ha gustado mucho.

Siente entonces por su parte que está superado aquél encasillamiento.
Sí, creo que afortunadamente he conseguido vallar mi pequeño jardín, sea el que sea, y que no hay que buscar ya referencias en cosas superfluas.

Una señal del respecto que se tiene a su obra es que se reedite ahora al completo. ¿Cree que sorprenderá a sus nuevos lectores descubrir sus primeras obras o ya estaba entonces el autor que es ahora?
Yo creo que sí. Es una buena sensación que se siga cuidando y respetando por parte de una editorial tu anterior catálogo, porque si es difícil publicar, más lo es que tus libros sigan vivos, vigentes.

¿Y le da algo de pudor?
Sí, hay cierta dosis de pudor, pero hago el ejercicio mental de no juzgar al escritor que era antes porque no soy quién para hacerlo. Si a los lectores les gustaron equis libros lo respeto, al igual que la opinión de la crítica, sea favorable o no. No le doy demasiadas vueltas.

Hablábamos al principio de que el libro llega tras el rodaje de su segunda película, ‘Teresa, Cuerpo de Cristo’, que fue un proyecto muy importante para usted.
Sí, fue un proyecto muy personal, aunque desde fuera pueda parecer que me quede lejano, por el tipo de película, el empaque histórico y demás; pero sí, para mi fue muy personal.

Y desde la distancia, ¿cómo ve el resultado? ¿Quedó satisfecho con su repercusión?
Bueno, el cine es un negocio y hay ciertas cosas que se escapan de tu control, pero la película tuvo una acogida buena tanto de crítica como de público. No obstante, esto del cine son habas contadas. Hay un número de copias, una inversión en promoción, y el éxito se mide en relación con todo eso. Y yo creo que ahí la película funcionó como debía funcionar.

¿Tiene en mente entonces volver a trabajar en nuevos films?
Sí, estoy ahora mismo con un guión ya comprometido con un productor, pero no sé si para dirigirlo yo, aunque posiblemente sí. Ahora está en fase de desarrollo.

Escribir guiones le supondrá un descanso, porque es muy diferente a lo que suele hacer en sus obras.
Tener la suerte de pasar de un estilo a otro sin duda es una suerte, porque es un descanso de ambos oficios. Siempre vuelvo con muchas ganas a la novela después de una película, y después de una o dos novelas sí me gusta sacar de nuevo a la pandilla a la calle para levantarte con el alba a rodar. Hay una parte de aventura física en el cine que como escritor echo de menos.

Será entonces en el cine donde veremos su próximo trabajo.
Estoy con una novela y un guión tratando de pasar a la vez por la puerta. Veremos quién empuja a quién.

John Updike - "Terrorista" (Bromera)

John Updike es uno de los nombres que siempre suenan como candidato al Nobel, ese mediático premio que tiene la extraña virtud de dejarnos atónitos año sí, año también. Pero, ¿qué más da recibirlo o no cuando lo cierto es que eres un escritor reconocido y admirado y tus novelas son tan rematadamente buenas? Ya sé que quizá empiezo muy fuerte pero es que Terrorista es la primera novela suya que he leído y me ha encantado. Entraría en la denominación de thriller porque cuenta una trama interesantísima con mucha acción aunque poco diálogo porque casi todo lo que sabes es a través de las divagaciones de cada personaje. El protagonista es un joven americano de ascendencia árabe que se pone en manos de un grupo pequeño pero organizado de fanáticos que lo convierten en aprendiz de terrorista. Toda la historia se desarrolla en un frenético in-crescendo, desde una leve sospecha inicial hasta un final de puro infarto (y eso es algo que me ocurre en contadas ocasiones) en medio de la duda, ¿será capaz Ahmad de volar por los aires el túnel Lincoln de Nueva York?

Seguir Leyendo...

Lo que a mí me fascinó es cómo se adentra el autor en la psicología de personajes tan diferentes: El joven árabe resentido con el mundo occidental donde se ha criado y bajo la sombra de un padre ausente e idealizado en la distancia (esos padres que nunca ejercen como tales de los que tanto ha hablado Barack Obama…), con férreas creencias y muy inocente a la vez que es utilizado por una banda de cobardes maquinadores; el profesor judío que se preocupa por su alumno y que encuentra en esa relación un nuevo motivo para seguir en la brecha; la madre soltera trabajadora y artista tan lejos y tan cerca a la vez de su hijo; la esposa con sobrepeso y un pasado espléndido que reparte sus días entre su trabajo de bibliotecaria y los seriales televisivos; la secretaria del Jefe de Seguridad Nacional;… Quizá los pasajes que se refieren a este último personaje sean los más caricaturescos y por ello su presencia es mucho menor en todo el libro. Updike me parece brillante en su capacidad de análisis y de profundización en el ser humano en toda su diversidad y complejidad, cómo se fija en las particularidades de cada ser humano, en su vida cotidiana y retrata a los ciudadanos corrientes de su país. En este sentido, también encuentro muy atractiva la audaz descripción, llena de detalles muy diversos, que hace el escritor del estado de las cosas en la sociedad norteamericana actual, los cambios sufridos, y la convulsión ocasionada en cada persona por el 11-S. Ahora que llevamos meses mirando con atención lo que pasa en la carrera a la Casa Blanca y esperamos curiosos el desenlace del próximo 4 de noviembre para saber si finalmente Estados Unidos tendrá por primera vez en su historia un presidente negro, es innegable el interés que suscita lo que se cuece por esos lares.

Aquí van algunos comentarios interesantes sobre el libro en otros blogs:

Tirant al cap
El síndrome de Chéjov
Moleskine literario


Blogger Templates by Blog Forum