Sergio Ramírez - "El cielo llora por mí" (Alfaguara)

Si tuviera que resumir por qué me gusta tanto la novela negra diría que se debe a que, de toparte con una buena, tiene un valor añadido. Seguramente pase también con otros géneros. Sin ir más lejos ahí está la exitosa novela histórica que goza de numerosos entusiastas por contar historias interesantes al tiempo que traslada al lector a épocas pretéritas. Sin embargo, el valor añadido de la novela negra es que su acción sirve muchas veces de coartada para que sus autores traten tratar y denuncien asuntos de actualidad (o no tan actuales) con la libertad que da el relato de ficción, frente a la rigurosidad del ensayo. No quiere esto decir que haya que tomar las novelas de ficción como realidad, pero uno puede acercarse a algunos autores como se acerca a algunos periodistas y diarios, con cautela en principio para ver de qué pie cojean, y con atención al detalle si uno percibe que son de confianza. Les cuento esto para que entiendan los motivos por los que, pese a no haber leído ninguna de sus obras con anterioridad, me acerqué con sumo interés a la que se anunciaba como una inclusión en el género negro del prestigioso político, escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez; porque de exprimir con pericia las claves del género, su novela El cielo llora por mí podría ser un billete único para viajar a la Managua actual y conocer, a través de los ojos del autor, parte de su situación sociopolítica.

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Y es que en una Managua reciente ubica Ramírez la acción de su novela, protagoniazada por dos policías nincaragüenses con un pasado en común como guerrilleros del Frente Sandinista, que se implican en una compleja investigación en la que, la supuesta desaparición de una mujer, les llevará a una trama con conexiones en los puntos más altos del poder. Esto, que a priori podría devenir en cualquier cosa, es desarrollado por Ramírez, desde mi punto de vista, con cierta torpeza. Para empezar, en el aspecto lúdico de la novela, el autor tarda mucho en plantear el punto de partida, pues hasta bien entrada la novela el lector no sabe si hay algo que investigar o si el delito que intuye el protagonista principal ha existido o no. A partir de entonces Ramírez tampoco consigue generar apenas tensión a través de la trama, en la que se mezclan sospechas e indicios que el lector no puede seguir y, por tanto, tampoco tratar de resolver. No obstante, esta carencia lúdica podría suplirse con la parte descriptiva o social. Sin embargo el autor, enfrascado en exponer la compleja trama (y en dotarla de un toque cómico al tiempo que homenaje literario, que no acaba de cuajar), no valora o no centra su mirada apenas en este aspecto, y sólo en algunos pasajes podemos saborear los olores y colores de la capital nicaragüense. Una pena, porque no cabe duda de que el autor y el contexto eran propicios para ofrecer una obra sobre Nicaragua, a caballo entre el divertimento y el retrato/denuncia social, que aún tendremos que esperar.

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