Bernhard Schlink - "El lector" (Anagrama)

Coincidiendo con el estreno en cines de la adaptación protagonizada por Kate Winslet, de casualidad encontré entre mis libros éste, que hacía años me había regalado un buen amigo. Y menuda sorpresa más grata me llevé. En apenas doscientas páginas Schlink relata una historia potente y logra una de esas novelas pequeñas pero matonas, llena de matices y con una profundización en los personajes que causa impresión. Más que leerla, la engullí y cuando la acabé me quedé destrozada. Y cometí el error de ir a ver enseguida la película, algo que nunca más volveré a hacer porque mi visión estaba totalmente condicionada por la impresión que me había causado el original y quizá fui injusta con una adaptación que es digna, aunque para mí se queda en algo bastante pobre si se compara; es difícil trasladar a la pantalla las hondas reflexiones del protagonista sin hacer uso de la voz en off. Aún así ver a Kate dar uno de sus recitales interpretativos siempre es una gozada.

De El lector se pueden decir muchas cosas. Su punto de arranque es una intensa relación amorosa entre un adolescente y una mujer mayor, que marcará de por vida al primero y que se desarrolla en alguna ciudad indeterminada de la Alemania de posguerra. Los sucesos se van recordando desde el presente, el narrador hace un ejercicio de memoria a modo de tanteo, yendo y viniendo, reconstruyendo y sobre todo reflexionando con una profundidad sin concesiones; con un solo párrafo consigue abarcar tanto: “(…) en lo que sucedió en aquellos días reconozco hoy el mismo esquema por medio del cual el pensamiento y la acción se han conjugado o han divergido durante toda mi vida. Pienso, llego a una conclusión, la conclusión cristaliza en una decisión, y entonces me doy cuenta de que la acción es algo aparte, algo que puede seguir a la decisión, pero no necesariamente. A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme a hacer y he dejado de hacer otras que había decidido firmemente.

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Uno de los temas esenciales de la novela es la culpa en todas sus formas, la culpa que angustia a alguien a título personal, sus disquisiciones morales entre lo que debe o no hacer, pero también la culpa de toda una generación de alemanes, la posterior a la Segunda Guerra Mundial, avergonzada y rabiosa por lo que habían hecho (o no) sus padres. La indagación que realiza Schlink (con juicio de fondo incluido) no es nada facilona, es precisamente su punto de vista fresco sobre el asunto lo que le da envergadura: “Hoy en día hay tantos libros y películas sobre el tema, que el mundo de los campos de exterminio forma ya parte del imaginario colectivo que complementa el mundo real. Nuestra fantasía está acostumbrada a internarse en él, y desde la serie de televisión ‘Holocausto’ y películas como ‘La decisión de Sophie’ y especialmente ‘La lista de Schindler’, no sólo se mueve en su interior, no se limita a percibir, sino que ha empezado a añadir y decorar por su cuenta.

Algo que me ha gustado especialmente de El lector es la relación erótica que sirve de punto de partida al relato. Cómo describe el nacimiento de la pasión entre la pareja, los primeros encuentros, el aprendizaje sexual del joven, y la descripción de esa mujer y de su cuerpo, objeto de deseo nada convencional y que el autor nos muestra con delicada autenticidad. …Hanna, menuda mujer, tan dura e inflexible, fuerte y frágil a la vez, consigue revolverte, te incomoda la fascinación y la comprensión, o compasión, que eres capaz de sentir hacia ella. Y entiendes la altura de ese amor que deja al protagonista marcado de por vida, bloqueado emocionalmente, siempre esquivo: “¿Será eso lo que me entristece? ¿El celo y la fe que me colmaban en aquella época, mi empeño en arrancarle a la vida una promesa que de ningún modo podía cumplir? A veces veo en las caras de los niños y los adolescentes el mismo celo y la misma fe, y los veo con la misma tristeza con que recuerdo los míos. Esa tristeza, ¿no será la tristeza pura? ¿Es eso lo que nos sobreviene cuando, al mirar atrás, los recuerdos hermosos se nos vuelven quebradizos, al ver que aquella felicidad no se alimentaba sólo de la situación del momento, sino de una promesa que no se cumplió?

(…) me daba pena su vida retrasada y fracasada, y pensé con tristeza en los retrasos y fracasos de la vida en general. Pensé que cuando se ha dejado pasar el momento justo, cuando alguien se ha negado demasiado tiempo a algo, o se lo han negado, ese algo por fuerza llega demasiado tarde, por más que uno lo acometa con todas sus fuerzas y lo reciba con gozo. ¿O quizá no existe ‘demasiado tarde’, solo ‘tarde’, y ‘tarde’ es mejor que ‘nunca’? No lo sé.” Me gusta especialmente ese “no lo sé” final, porque encierra toda la complejidad del ser humano, su constante contradicción, su incertidumbre, su naturaleza esencialmente indefensa. La novela no aporta respuestas a las cuestiones que plantea, y se agradece, porque su valor para mí reside en las certeras preguntas que nos hace, en el espacio que nos reserva a nosotros, los lectores.

Michael Connelly - "Llamada perdida" (Zeta bolsillo)

En 2002 se editaba en EEUU la primera edición de Chasing The Dime, rebautizada para su edición española de 2005 como Llamada perdida, una novela en la que el prolífico Michael Connelly abandonaba momentáneamente sus personajes habituales para elaborar una nueva trama criminal, ambientada también en la ciudad de Los Angeles. En ella, un científico y empresario de alto nivel que acaba de cambiar de vivienda tras romper con su pareja, comienza a recibir en su nuevo teléfono llamadas destinadas a una prostituta. El científico, marcado por un trauma de su pasado, pronto descubrirá que la antigua propietaria del número desapareció semanas atrás, y se embarcará en su búsqueda, lo que no le ocasionará más que problemas.

Con ese punto de partida Connelly vuelve a realizar un correcto y ejercicio de narración, con una trama lo suficientemente ágil como para mentaner la atención del lector, y una estructura sencilla que posibilita que el libro se lea en un suspiro. Como en otras ocasiones, la historia es también muy visual, transmitiendo la impresión de estar asistiendo al visionado de un interesante thriller hollywoodiense. Al margen de eso, poco más. No se trata de una obra trascendente, sino de puro -y efectivo- entertainment, lo que de vez en cuando se agradece.

Más de Connelly en Fondo de catálogo:
El eco negro
Cauces de maldad

Javier Puebla - "Tigre Manjatan"

Aunque las mujeres fatales, los antros para aficionados al boxeo o los héroes solitarios que desayunan bourbon son algunos de los iconos inconfundibles del género negro, por norma habitual su aparición en las novelas actuales, y más aún en las ambientadas en la Europa contemporánea, está en franca recesión. Ejemplos hay de lo contrario, como las primeras novelas de Ferran Torrent, aunque quedan ya lejanas y los escenarios han ido desapareciendo paulatinamente de sus obras al tiempo que lo hacían también de las ciudades. No obstante, Javier Puebla se resiste a renunciar a estos emblemas y recurre a ellos con fuerza en su nueva obra, Tigre Manjatan, cuya acción, pese a su portada neoyorquina, transcurre en un Madrid actual en el que se mueve un periodista solitario apodado con el peculiar mote que da título a la novela.

Seguir Leyendo... Puebla, que dio su mayor golpe hasta la fecha al quedar finalista del Nadal en 2004 con Sonríe Delgado, nos presenta en la obra a un 'Tigre' atormentado por el asesinato de una prostituta que recientemente protagonizó uno de sus reportajes. Insatisfecho por la dirección que parece apuntar la investigación policial, el periodista emprenderá su propia búsqueda del asesino.No obstante, no es esta trama el principal argumento de la novela (o al menos no me lo parece a mí), sino el propio protagonista, cuyos pensamientos el autor nos va narrando a medida que avanza la historia. Así seguimos a un personaje que parece fascinar al autor -ya ha ganado un certamen literario con la que será la segunda novela que protagonice y lo ha ubicado en varios relatos breves-, pero que a un servidor, por lo excesivo de su cliché (hombre solitario, cínico, que lanza constantemente frases -supuestamente- incendiarias, bebedor de bourbon, etc.), se le antoja distante y poco creíble. En el recorrido, pese a todo, destaca por encima del resto un fragmento (cuando el periodista, una vez hecho el reportaje, se ve obligado a tratar con la prostituta marginal) en el que Puebla junta unas páginas que destilan crudo realismo. Sin embargo, son pocas en el global de una obra que se lee con facilidad, pero que no trascenderá por poseer una brillante y consistente intriga (la investigación avanza por azar y se resuelve de un modo como podría haberse resuelto de otro), ni por suponer el retrato social de un lugar y una época, como podría haber sido de haber ahondado en la senda de las páginas citadas; aunque seguramente no fuera ese el deseo de su autor.

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