Estoy a la espera, podría decir que ansiosa, de poder leer Fun Home de Alison Bechdel que ya se puede adquirir en España gracias a Reservoir Books de Mondadori. Aún no lo tengo, pero mi curiosidad sube y sube conforme más cosas me llegan de este libro. Bueno, se trata de un cómic book o novela gráfica, en la que la autora de forma autobiográfica relata su salida del armario y su relación con su padre. Ella, Bechdel, es la escritora de la exitosa seria Dykes to Watch Out For, de la que ya comentamos algo en una entrada anterior. Con esta última, Fun Home, fue nominada al National Book Critics Circle Award 2007 y declarada Mejor novela gráfica del 2006 según Entertainment Weekly, así como uno de los 10 mejores libros de 2006 para New York Magazine y entre los 100 mejores del año para The New York Times.

Pues eso, aunque los reconocimientos me despiertan la atención, lo que realmente lo ha hecho es saber que el libro casi fue vetado de una librería en Missouri y que una estudiante de la universidad de Utah denunció ante la organización No Pornography que en su clase de inglés había libros pornográficos, y ponía de ejemplo este mismo, posiblemente por mostrar sin tabú el tema de la homosexualidad. Cuando yo estudiaba literatura no tenía libros tan interesantes y, definitivamente, no había cómics en los listados. Ha despertado mi curiosidad.

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Pero todo esto viene porque a mis manos ha llegado otro cómic que atrapó mi atención desde el principio. Strangers in paradise (SIP para los entendidos). Se trata de una reedición en español (de 7 números, el primero salió en 2005 y el último se presentó en el Saló del Còmic de Barcelona). Claro. Yo no tenía ni idea. Fui a la tienda de mi ciudad y pregunté, como si fuera una supernovedad y el ejemplar acabara de ver la luz por primera vez. Pero no. Es una serie que se inició en los 90 en el mercado independiente, primero bajo la editorial Antartic Press y luego en el propio sello creado por su autor tres años después, Abstract Studio. ¿Y quién es su autor? Terry Moore, quien escribe en la introducción: “Cuando empecé a escribir y dibujar SIP, reflexionaba sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Reflexionaba sobre las chicas guapas que veía entre la gente… ¿Por qué sonreían? ¿Qué podía hacer que se quedasen de pie, bajo la lluvia, esperando a alguien? Reflexionaba sobre por qué hombres y mujeres repiten una y otra vez los mismos errores, en todas las épocas…”

¿Queda claro el tema? Pues, dos chicas son muy amigas. Una de ellas es una enamoradiza compulsiva e inestable, la otra una chica dura que odia a los hombres. La segunda está enamorada de la primera. La primera no sabe bien lo que quiere. En ese marco de relaciones imposibles, amores no correspondidos, amistad eterna, conversaciones con helado hasta el amanecer, aparece un chico, que en principio no pinta nada, pero que consigue meterse en la pareja. ¿Y qué ocurre? Pues que se enamora de la segunda chica, de la mala, de la que odia a los hombres. Pero realmente no los odia. Y mucho menos a él. Y esto ocurre en el momento más inoportuno, cuando la primera chica, la dulce, se da cuenta de que también le gusta la chica. ¿Quiere tenerla cuando cree que la va a perder?

Pues todo eso, relaciones humanas intensas, vívidas y muy reales, salpican las páginas de cada una de las entregas de esta novela gráfica extendida. He leído hasta el momento dos números, pero planeo devorar lo que pueda en cuanto tenga tiempo. Y como los cómics ofrecen libertad, Moore se permite meter en medio una especie de trama de novela negra, donde hay una señora mala que dirige a un grupo de matones, todas ellas mujeres, y que resulta estar emparentada con el chico que se enamora de la chica mala. Pero esto es lo de menos. Lo que más importa. Lo que atrapa son Katchoo, Francine y David. Ellos tres y sus problemas con la vida son lo que hacen de SIP lo que es.

El tempo, la forma, los dibujos… Me recuerda mucho a Love & Rockets. La serie de los Hermanos Hernadez. La serie de Maggie and Hopey, en las que sus dos chicas protagonistas también tenían tiras y aflojas en su propia relación. Mucho amor, pero también desamor, propio de la época adolescente.

Me leí hace poco dos libros que entre ellos no tienen nada que ver, salvo que sus protagonistas son niños. Por otra parte, estos (los libros, quiero decir) tampoco tenían o tienen nada que ver conmigo, o al menos estaban alejados de cualquier cosa que entra en mi órbita de interés en estos momentos. Al primero llegué casi por obligación. Igual que me leí, lo reconozco, en su día, El código da Vinci. Al segundo, por casualidad, por un regalo. Hablo de: El niño con el pijama de rayas y El curioso incidente del perro a medianoche.

He dicho que al primero llegué por obligación, por aquello del márketing. ¿Quién no ha oído hablar de ese libro? Una de esas sensaciones de las que todo el mundo habla y que corren el peligro de no gustarte cuando finalmente caen en tus manos. Fue así, de hecho. El libro me lo leí en un viaje en avión a Londres. Durante las pocas horas de vuelo me lo empecé y cerré sus páginas por última vez en la habitación del hotel esa misma noche.

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Puede que el márketing funcionara en mí con el efecto contrario. No puedo con toda esa sorpresa y misterio que envuelven a la historia. “Aunque el uso habitual de un texto como éste es describir las características de la obra, por una vez nos tomaremos la libertad de hacer una excepción a la norma establecida. No sólo porque el libro que tienes en tus manos es muy difícil de definir, sino porque estamos convencidos de que explicar su contenido estropearía la experiencia de la lectura. Creemos que es importante empezar esta novela sin saber de qué se trata”. Esta parrafada es una nota del editor español que se puede leer en la contraportada. Pues bien. No hay tal sorpresa a mi entender.

Desde el principio, el lector (no creo que tenga que ser muy avispado, aunque sí haber leído algún libro antes en su vida) ya sabe de qué va todo esto. De hecho, es un libro para niños, muy fácil de seguir (su edición original, inglesa, es la rama para niños de Random House). No entiendo a qué viene el histrionismo de la sorpresa. Sin ella, lo que queda, que es lo que realmente importa, es curioso. No aporta nada qu
e no haya visto antes sobre el mismo tema, pero sigue hundiendo el dedo en la yaga de la irracionalidad que envuelve el exterminio judío. Me gusta el juego del escritor que, al poner las palabras en la boca del niño, repite sin parar expresiones del tipo: “Donde Estaba Prohibido Entrar Bajo Ningún Concepto y Sin Excepciones”, para hacer referencia al despacho del padre autoritario, o llegan al lector nombres conocidos de forma distorsionada, como Auchviz o El Furias y su guapa novia rubia.

Un libro para niños, duro de asimilar para aquél que piense que todos los niños o personas viven en las mismas circunstancias de privilegio que él. Una historia para que los pequeños lectores amplíen sus mentes más allá de Harry Potter y todos los mundos de fantasía creados y por crear. Qué poco favor han hecho los de la editorial Salamandra a este libro. Eso sí, seguro que ellos han aprovechado el tirón de su moda pasajera.

Por otra parte, y sin poco más que ver, otro inglés, Mark Haddon, puso en boca de un niño otra situación también dura, compleja y desconocida. ¿Cómo viven y cómo son aquellas personas que padecen el síndrome de Asperger? Es como una especia de autismo, pero con niveles altos de inteligencia, más o menos. Bien, el protagonista de esta insólita historia, la de El curioso incidente del perro a medianoche, es un chico de unos 15 años con este síndrome. Su inteligencia supera cualquier explicación que yo pueda hacer, su memoria es asombrosa, seguramente acabará trabajando sin parar en algún proyecto espacial, pero su nivel emocional, su empatía y su humanidad son casi nulas.

El curioso incidente del perro a medianoche
me tuvo enganchada hasta que me lo acabé. Estuve dando la lata a todos los que me rodeaban con las anécdotas del libro, por curiosas e interesantes, como aquella que cuenta que odia las cosas amarillas o marrones y que no puede ver mezclada los alimentos en un plato. Visto así puede que no tenga mucha gracia, pero os aseguro que el libro tiene momentos para todos los gustos. De hecho, empiezas con cariño por el chico y acabas odiándole por su cruel comportamiento, a pesar de que él no es realmente el responsable.

Lo que me gustó, sobre todo, es su forma. El escritor escogió la primera persona. Así, Christopher nos cuenta cómo son sus días, sus padres, sus vecinos, su escuela especial y cualquier otra cosa. Partiendo del McGuffin del “asesinato” del perro el niño decide escribir un libro, una historia de misterio, y esto es lo que nos llega, pero sin pulir, con sus comentarios sobre que lo va a escribir o los consejos de su profesora.

Peter Robinson - "El camaleón" (RBA)

De nuevo salto a ciegas sobre una novela negra de un escritor del que carezco de referencias, de nuevo en busca de entretenimiento sin pretensiones pero correcto, de nuevo en una historia policíaca, y de nuevo acierto. No sé si se debe simplemente a la fortuna o hay que felicitar a la gente encargada de la selección de escritores en RBA, porque no es la primera vez que me llevo una grata sorpresa con alguno de sus autores, que al parecer son reputados en sus países, pero que aún andan lejos de ser popularmente reconocidos en el español. Es el caso de Peter Robinson, escritor británico afincado desde hace décadas en Canadá, y que creó allá por 1992 al policía Alan Banks, y del que hace unos años se publicó por primera vez una obra en España. Fue precisamente esta El Camaleón, la que hacía quince de las veinte que en total ha protagonizado hasta la fecha; aunque, para bien de los lectores españoles, sea una excelente obra de presentación.

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Y lo es porque se puede disfrutar completamente sin conocer el pasado del protagonista (un factor delicado, como señalé en una ocasión, en estas novelas en serie), cuya personalidad -al igual que la de los secundarios- está completamente definida, y cuyos actos se justifican con lo expuesto en el libro. Un libro cuya trama empieza precisamente donde acaban muchas otras, con la aparente resolución de un crimen, en este caso de una serie de ellos. Y es que, tras llevar meses tras la pista de un secuestrador en serie sin haber hallado ninguna pista sólida, la policía de Eastvale va a dar con su guarida accidentalmente al acudir una pareja de policías a atender una posible situación de malos tratos. Lamentablemente, la detención acabará en un valle de sangre, con un policía muerto y el principal sospechoso en estado de coma. En ese domicilio la policía encontrará los cadáveres de casi todas las chicas, así como a la mujer del sospechoso y víctima también de sus malos tratos; y Banks, temporalmente al frente de la unidad, deberá recomponer todo lo sucedido para poder cerrar definitivamente el caso.

Ése es, a grandes rasgos, el punto de partida de una novela que no destaca ni por su originalidad, ni por la aportación externa al mero divertimento policial, pues salvo algunas veladas críticas al tratamiento sensacionalista que los medios tratan de dar a la información, poco de social hay en el libro. Sin embargo, sí que brilla por su efectividad a la hora de manejar el suspense, pues creo que pocos lectores no intuirán por dónde van a ir los tiros en la novela, algo con lo que creo que el autor cuenta para dotar de una mayor carga de intriga y suspense a la lectura. Una lectura ya digo, que quizás no aporte nada, salvo el entretenimiento del lector. Y si uno desea precisamente eso, como era mi caso, qué menos que reconocerlo.

Frederik Peeters - "Píldoras Azules" (Astiberri)

Como Mónica comentaba recientemente, tampoco yo soy un gran lector de cómics. Ni siquiera, un entendido (de alguno considerado clásico, prefiero la adaptación al cine que el original); pero pese a todo, el formato me atrae y, si tengo la oportunidad, no descarto nunca la lectura de un volumen a priori interesante. Así llegó a mis manos -junto a otros- este Píldoras Azules ('06, Astiberri), que me ha dejado francamente asombrado y ha revitalizado mi interés en el mundo de las viñetas. El libro supone un relato autobiográfico en el que su autor -el francés Frederik Peeters- narra un periodo de su convivencia con una mujer y el hijo que ésta tiene fruto de una relación anterior, con la peculiaridad de que ambos, madre e hijo, son seropositivos. Sin embargo, este factor, que podría justificar de por sí el interés del relato, deviene un punto secundario en una obra en la que lo importante es como el protagonista nos desvela su propia historia de amor.

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Una historia que Peeters despliega, básicamente, a partir de un monólogo interior, que a su vez genera recuerdos y flashbacks que nos permiten asistir al enamoramiento del protagonista, a su relación con el hijo de la pareja, a la revelación de la enfermedad y a algunos de los problemas y particularidades que ésta confiere al día a día del núcleo familiar. Cabe señalar, tratándose de un cómic, la efectividad de los dibujos, en un sobrio blanco y negro, que consiguen, por lo que respecta a los personajes, mostrar una gran variedad de registros dramáticos que suplen con efectividad la ausencia de descripciones del medio.

Del mismo modo, la selección de planos, muy cinematográfica, también aporta una gran carga al relato, descartando todo lo prescindible para enfatizar, cuando el autor lo desea, los aspectos más importantes (con lo que consigue alcanzar momentos muy brillantes; como aquellos en los que vemos desde la mirada del niño; o la magistral visita al médico familiar, con una importante carga de suspense y una resolución perfecta).

Con todos esos elementos, entre los que destacan un buen argumento, brillantemente desarrollado, y un dibujo preciso, Peeters logra una emotiva historia que, además de revelar algunos aspectos más que interesantes sobre la realidad de las personas afectadas por el VIH, difícilmente dejará indiferente a aquél que se acerque a ella. Absolutamente recomendable.

La foto de Frederilk Peeters es de esta web dedicada al autor.

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