Mark Billingham - "Bajo Tierra"

Si el género policíaco es considerado en muchas ocasiones como un género menor, uno de los factores que afianzaría en mayor medida esa idea sería la extendida costumbre entre muchos autores de que buena parte de sus novelas estén protagonizadas por personajes que no han sido dibujados sólo en una de ellas, sino a lo largo de una serie o en entregas precedentes. No constituyen, como la mayoría de los libros, un todo, un continente en el que el autor ofrece todos los elementos con los que quiere que el lector se maneje. En cambio, muchas veces, los escritores cuentan con que los lectores ya conocerán perfiles de personajes ya avanzados en anteriores libros o, simplemente, prescinden de reincidir en descripciones que podrían resultar redundantes para sus lectores habituales.

Encontrar la justa medida para evitar la redundancia y, al tiempo, construir novelas en las que todo esté al alcance tanto del lector fiel como del casual, es algo muy difícil, que sólo algunos maestros consiguen. Y no siempre. Les cuento todo esto porque la novela de las que les voy a hablar pertenece a la penúltima serie de novelas protagonizadas por un policía y me ayuda a explicar perfectamente -más algún otro factor- por qué no me he enamorado de Tom Thorne.

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Bajo Tierra, no es la primera de las novelas protagonizadas por este inspector londinense creado por Mark Billingham, un escritor británico que se ganó sus primeros jornales tras la máquina de escribir ejerciendo de guionista de series de televisión. Pero tampoco es la segunda, como parecería por el hecho de ser la segunda que Algaida publica tras haber lanzado hace unos meses su debut en Sueño Profundo. Es, creo, la sexta de la serie, por lo que es fácil que el autor, acostumbrado a trabajar con el personaje (desde su creación le ha hecho participara en una aventura por año), haya por ello prescindido en ella de dotar de una densidad propia al protagonista, al margen de la que uno se pueda hacer a partir de sus erráticas relaciones con el resto de personajes. Sí, parece torpe, inseguro con los demás, tanto para afianzar su relación con su gente más cercana, como para entablar nuevas relaciones. Sin embargo, son apreciaciones un tanto sui géneris, pues la novela no es que se detenga en ningún momento a tratar a los personajes.

Y no es porque carezca de espacio, ya que Bajo Tierra es una novela francamente extensa. Ése sería el otro punto flaco de la novela, su extensión. Pero no porque a uno le guste acabar pronto, sino porque no era necesario tanto para contar tan poco. Realmente Bajo Tierra no es una novela negra, sino, en todo caso, una novela policial, una obra en la que se detalla como la policía sigue una investigación. En cambio, y eso es lo que la distancia del género negro, la trama no aporta ninguna descripción social remarcable. Es un puro trasunto criminal en el que se investiga el secuestro de un chico de una familia acomodada. Si, para colmo, la trama se prolonga innecesariamente con diálogos supérfluos, descripciones huecas, y sin a penas el más mínimo altibajo en la tensión de lo narrado más allá de un para de tímidos golpes de efecto, el resultado es bastante desalentador. Obviamente, hasta protagonizadas por Carvalho hemos leído más de una novela prescindible. Aunque, por suerte (para él y para nosotros), Montalbán no cometió en esas excepciones el defecto de hacernos el mal trago tan largo.

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