Me leí hace poco dos libros que entre ellos no tienen nada que ver, salvo que sus protagonistas son niños. Por otra parte, estos (los libros, quiero decir) tampoco tenían o tienen nada que ver conmigo, o al menos estaban alejados de cualquier cosa que entra en mi órbita de interés en estos momentos. Al primero llegué casi por obligación. Igual que me leí, lo reconozco, en su día, El código da Vinci. Al segundo, por casualidad, por un regalo. Hablo de: El niño con el pijama de rayas y El curioso incidente del perro a medianoche.

He dicho que al primero llegué por obligación, por aquello del márketing. ¿Quién no ha oído hablar de ese libro? Una de esas sensaciones de las que todo el mundo habla y que corren el peligro de no gustarte cuando finalmente caen en tus manos. Fue así, de hecho. El libro me lo leí en un viaje en avión a Londres. Durante las pocas horas de vuelo me lo empecé y cerré sus páginas por última vez en la habitación del hotel esa misma noche.

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Puede que el márketing funcionara en mí con el efecto contrario. No puedo con toda esa sorpresa y misterio que envuelven a la historia. “Aunque el uso habitual de un texto como éste es describir las características de la obra, por una vez nos tomaremos la libertad de hacer una excepción a la norma establecida. No sólo porque el libro que tienes en tus manos es muy difícil de definir, sino porque estamos convencidos de que explicar su contenido estropearía la experiencia de la lectura. Creemos que es importante empezar esta novela sin saber de qué se trata”. Esta parrafada es una nota del editor español que se puede leer en la contraportada. Pues bien. No hay tal sorpresa a mi entender.

Desde el principio, el lector (no creo que tenga que ser muy avispado, aunque sí haber leído algún libro antes en su vida) ya sabe de qué va todo esto. De hecho, es un libro para niños, muy fácil de seguir (su edición original, inglesa, es la rama para niños de Random House). No entiendo a qué viene el histrionismo de la sorpresa. Sin ella, lo que queda, que es lo que realmente importa, es curioso. No aporta nada qu
e no haya visto antes sobre el mismo tema, pero sigue hundiendo el dedo en la yaga de la irracionalidad que envuelve el exterminio judío. Me gusta el juego del escritor que, al poner las palabras en la boca del niño, repite sin parar expresiones del tipo: “Donde Estaba Prohibido Entrar Bajo Ningún Concepto y Sin Excepciones”, para hacer referencia al despacho del padre autoritario, o llegan al lector nombres conocidos de forma distorsionada, como Auchviz o El Furias y su guapa novia rubia.

Un libro para niños, duro de asimilar para aquél que piense que todos los niños o personas viven en las mismas circunstancias de privilegio que él. Una historia para que los pequeños lectores amplíen sus mentes más allá de Harry Potter y todos los mundos de fantasía creados y por crear. Qué poco favor han hecho los de la editorial Salamandra a este libro. Eso sí, seguro que ellos han aprovechado el tirón de su moda pasajera.

Por otra parte, y sin poco más que ver, otro inglés, Mark Haddon, puso en boca de un niño otra situación también dura, compleja y desconocida. ¿Cómo viven y cómo son aquellas personas que padecen el síndrome de Asperger? Es como una especia de autismo, pero con niveles altos de inteligencia, más o menos. Bien, el protagonista de esta insólita historia, la de El curioso incidente del perro a medianoche, es un chico de unos 15 años con este síndrome. Su inteligencia supera cualquier explicación que yo pueda hacer, su memoria es asombrosa, seguramente acabará trabajando sin parar en algún proyecto espacial, pero su nivel emocional, su empatía y su humanidad son casi nulas.

El curioso incidente del perro a medianoche
me tuvo enganchada hasta que me lo acabé. Estuve dando la lata a todos los que me rodeaban con las anécdotas del libro, por curiosas e interesantes, como aquella que cuenta que odia las cosas amarillas o marrones y que no puede ver mezclada los alimentos en un plato. Visto así puede que no tenga mucha gracia, pero os aseguro que el libro tiene momentos para todos los gustos. De hecho, empiezas con cariño por el chico y acabas odiándole por su cruel comportamiento, a pesar de que él no es realmente el responsable.

Lo que me gustó, sobre todo, es su forma. El escritor escogió la primera persona. Así, Christopher nos cuenta cómo son sus días, sus padres, sus vecinos, su escuela especial y cualquier otra cosa. Partiendo del McGuffin del “asesinato” del perro el niño decide escribir un libro, una historia de misterio, y esto es lo que nos llega, pero sin pulir, con sus comentarios sobre que lo va a escribir o los consejos de su profesora.

1 comentarios:

    Es el próximo libro que tengo en mi lista de pendientes.

    Ya os daré mi parecer.

    un saludo.

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