Henning Mankell - "La Quinta Mujer" (Tusquets/Quinteto)

Tenía verdadero interés en leer a Henning Mankell. Aficionado siempre -y un poco más dedicado últimamente- a la lectura de novela negra, el del escritor sueco era uno de los nombres destacados con los que me solía encontrar frecuentemente al leer sobre el género y que todavía me faltaban por descubrir. Así pues, tras informarme un poco sobre cuál de sus novelas era la más indicada para zambullirse en su obra, me adentré en la lectura de La Quinta Mujer, la sexta aventura de Kurt Wallander, el personaje que le lanzó a la fama.

La novela se inicia con un asesinato en Argelia que, pese a ser ocultado a la luz pública, acabará desencadenando una serie de crímenes en la región sueca de Ystad en la que trabaja el inspector Wallander. Los asesinatos, son aparentemente inconexos, aunque los une el hecho de que todos han sido cometidos de un modo atroz.

Ése es el punto de partida de una novela que a mi parecer, más que pertenecer al género negro, responde a la premisa del thriller o la novela policial. Pues a pesar de que Mankell trate de adornar la trama con algunos problemas personales del protagonista, o la sitúe en un contexto social en el que se habla de una Suecia en la que algunos ciudadanos empiezan a formar milicias al sentirse desamparados por las fuerzas de seguridad pública, éstas no son sino pinceladas que no afectan al tema principal: la minuciosa y detallada investigación de los asesinatos.

Es así la investigación la única protagonista de la trama, y esta narrada con innegable solvencia y de un modo aparentemente muy detallado (aunque a mí me pareció que se dan algunas deducciones un tanto forzadas), que emparenta con el estilo de las películas y series policiales que triunfan ahora en cine y televisión. Sin embargo a mí me quedó, pese al rato entretenido, un cierto sinsabor, pues esperaba -como siempre espero en las novelas negras- algo más que una mera sucesión de pesquisas. Además, la figura de Wallander se me antojó un tanto común, encorsetada entre su fidelidad a su profesión y sus tópicas inseguridades personales, configurando el típico buen policía (para buen policía me quedo con el Brunetti de Donna Leon, del que seguramente escribiré por aquí).

Quizás haya sido demasiado exigente o quizás debiera haber empezado por otra de sus obras -aunque Tusquets eligió ésta como la que presentaría al inspector en España-, pero el caso es que, pese a su éxito de ventas y los galardones que recibe (uno de los últimos el Pepe Carvalho que concede el Ayuntamiento de Barcelona, por su carrera dentro del género), Mankell me ha dejado bastante frío. Como las calles de Ystad.

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